Noventa y seis años cumplió el pasado domingo 15 de agosto el canal de Panamá. Noventa y seis años de actividad ininterrumpida y con las perspectivas de ampliarlo para aumentar su capacidad de servicio. Casi un millón de barcos en un promedio de cuarenta diarios, pertenecientes a un centenar de países se han servido de esta vía interoceánica.
Pero han sido los Estados Unidos, sus constructores, los principales beneficiarios. El canal representa el ahorro de semanas de travesía marítima entre costa y costa de su territorio. El recorrido entre el océano Pacifico y el Atlántico obligaba a llegar hasta el estrecho de Magallanes al sur de Chile, en un viaje que duraba semanas y hasta meses. El canal de Panamá representó unos pocos días para la comunicación entre ambas costas, cerrándose así de manera efectiva el sistema de intercomunicación externa por mar e interna por la red carretera más perfecta y operativa del continente. El Canal de Panamá fue factor de primera importancia para el desarrollo alcanzado por ese país en el siglo XX.
Pero además están los beneficios económicos por concepto de peaje que usufructuó el Gobierno norteamericano, desde su puesta en funcionamiento hasta la entrega de la “soberanía” del área del canal al Gobierno de la República de Panamá el 31 de Diciembre de 1999. Tan solo en los nueve años entre el 2000 y el 2009 la administración panameña percibió 4.753 millones de dólares por concepto de servicios del canal interoceánico. Saquen ustedes la cuenta, cuánto habrán percibido los Estados Unidos los restantes 84 años. Ganancia de la cual solo recibió el fisco panameño 1.863 millones de dólares en todo ese tiempo.
Cuentan que cuando a Teodoro Roosevelt le sugirieron que negociara con el gobierno colombiano la compra del proyecto para la construcción del canal, el presidente norteamericano respondió que negociar con ese gobierno era igual que negociar con la mafia siciliana. Y prefirieron proceder de la forma como acostumbran hacerlo. Generaron un movimiento separatista del que surgió Panamá como república independiente, incluidas las amenazas militares de última hora, dado el caso de que la República de Colombia ejerciera su legítimo derecho a tratar de mantener intactas sus fronteras.
Así ese territorio separado del resto de Colombia por la extensa e inhóspita selva del Darién se convirtió por arte y gracia de la “diplomacia” gringa en un país “independiente, libre y soberano”. Y tan dócil que representó el interlocutor ideal para asumir el estratégico proyecto. Colombia a pesar del entronizamiento del lacayismo santanderista desde comienzos de su vida republicana, seguramente todavía emanaba un tufito bolivariano. Como simple divertimiento imaginemos lo que hubiera sido el poder de La Gran Colombia, consolidada con todas sus partes, ejerciendo la soberanía sobre el canal de Panamá.
Los norteamericanos al tiempo que generaban en nuestros países separación y disgregación, luchaban por consolidar, hasta con el costo de la guerra entre hermanos, su unidad y crecimiento.
Después empezó la titánica tarea. Luego de dos intentos fracasados por parte de empresas francesas que habían contratado con el gobierno colombiano, además de las complejas condiciones topográficas y un sin número de problemas técnicos, los constructores tuvieron que enfrentar al más feroz enemigo: lo salvaje e insalubre del lugar. Se estima que unos 75.000 trabajadores participaron a lo largo de los 10 años que duró la construcción del canal, de los cuales centenares iban cayendo como barajitas aniquilados por la malaria.
Hay que reconocer que el canal de Panamá es una de las obras cumbres de ingeniería del siglo XX.
La firma del tratado para la entrega de la soberanía sobra la zona del canal entre los gobiernos del General Omar Torrijos de Panamá y James Carter de los Estados Unidos en 1979, constituye una victoria de los pueblos latinoamericanos. El paso del gobierno demócrata de Carter por la Casa Blanca significó una muestra de que es posible un gobierno respetuoso de los derechos de los demás pueblos en los Estados Unidos de Norteamérica.
Pero el control norteamericano sobre Panamá y su canal, al igual que sobre buena parte de los países de América Latina lo continuaron ejerciendo después del 31 de Diciembre de 1999, fecha en la que entregaron la administración, mas no la soberanía.
La sorpresa en torno al canal la dieron este año. Comenzadas el lunes 16 de agosto, informó un vocero del gobierno panameño, la realización hasta el viernes 27 de los”EJERCICIOS FUERZAS ALIADAS PANAMAX 2010” * Se trata de los ejercicios conjuntos de una veintena de países latinoamericanos, en los que participan más de dos mil hombres entre civiles y militares, dirigidos por supuesto por el Comandante de la Segunda Flota de los Estados Unidos con el objetivo de repeler y neutralizar un ataque al canal de Panamá.
Informa Jesús Rodríguez, subcomisionado panameño, que el hipotético ataque sería producto de un alzamiento campesino que recibe apoyo internacional, creando una amenaza económica global y a las operaciones de la vía acuática. Este “juego de guerra”, simulacro de defensa ante un hipotético ataque campesino que afianza una vez más la supremacía y jefatura militar norteamericana en el continente, con los demás ejércitos haciéndole la seguidilla. Está obviamente relacionado con toda la actividad militar de los imperialistas en el área.
Los acuerdos sobre las bases militares en Colombia, y en las islas del Caribe, en Honduras y las presencia militar en Costa Rica, la V Flota y el Plan Colombia o Patriota o como se llame ahora. Son centralizados, adquieren un sentido político, con la participación ahora de tantos países latinoamericanos en estos “simulacros” y lo que le da la definición política es la ubicación del enemigo, de la amenaza, en un ejército campesino, lo cual adquiere especial relevancia en este continente.
Campesinos fueron los que nutrieron al Ejército Rebelde cubano, campesinas han sido todas las insurgencias a lo largo y ancho de nuestro continente a través de la historia. Campesino es el Frente Sandinista, El Farabundo Martí, los mapuches que resisten en la sureña Araucaria chilena, los peruanos que enfrentan la arremetida de la oligarquía internacional minera. Campesinos son los movimientos que en décadas recientes derrocaron gobiernos oligárquicos en Ecuador y en Bolivia. Campesinos son los indígenas del Frente Zapatista. Campesinas son la Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia. Campesina es esta nuestra América mestiza.
La pregunta sería ¿Dónde está esa insurgencia campesina que el ejército norteamericano ha colocado como el enemigo estratégico de estos juegos militares de ciencia ficción? Creo que no hay otra respuesta: en los pueblos de América.
Ese Istmo, garganta del planeta y del futuro, al que visualizara el Libertador como centro de convergencia del universo. Donde los pueblos del mundo tratarán con libertad los problemas de la paz y de la guerra, será más temprano que tarde el punto de encuentro ya no de ejércitos opresores sino de pueblos libres.
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