El norte chileno es tierra de sudor, dolor y sangre.
Al igual que aquí, cuando hablamos de “Los Andes”, y estamos hablando de Mérida, Táchira y Trujillo, en Chile, cuando hablamos del “norte”, estamos señalando de Copiapó para arriba, quizás hasta de Coquimbo para arriba.
Kilómetros más, kilómetros menos, provincias más o menos, ese es el norte, el norte grande, el norte chico, pero el norte al fin.
El norte, el de más arriba, que cuando era peruano y boliviano, fue el escenario de La Guerra del Pacífico, de 1979, y entonces esas desérticas arenas fueron regadas con sangre de hermanos, mientras desde la trastienda acechaba el Imperio Inglés y el ya naciente Imperio Norteamericano tiraba sus primeros jabs…
Como secuela de esa guerra, las empresas inglesas llegaron a apropiarse del salitre por el cual habían dado su sangre los soldados chilenos… De esa injusticia, entre tantas matanzas, se destaca la de la Escuela Santa María de Iquique, una de las tres más grandes de sudamérica, con 3.600 asesinados por el ejército chileno, entre hombres, mujeres y niños y en cosa de apenas minutos… (Una matanza en Brasil y otra en Colombia completan el lamentable trío).
En esas tierras, y quizás porque “o nos organizamos o nos matan”, Luis Emilio Recabarren hizo sus dos grandes obras: el nacimiento de la clase obrera organizada de Chile, sembrando sindicatos por toda la industria minera del salitre, y también el nacimiento del Partido Comunista de Chile.
Recabarren llegaba a un pueblito u oficina salitrera, y no se marchaba de ahí sino hasta que allí quedaran funcionando, el sindicato, la imprenta y el periódico del sindicato (nace así la prensa obrera en Chile), y el grupo de teatro de la misma organización sindical.
El pueblo organizado defendiendo sus derechos provocó la respuesta de represión del sistema en varios gobiernos, y más sangre regando esas arenas. En tiempo del populista de derecha Arturo Alessandri, fueron famosos “los palomeos”…. A los mineros se les obligaba a hacer una gran zanja, junto a la cual después se paraban uno al lado del otro. Entonces por la espalda eran acribillados y al caer, sus ropas blancas hechas con las bolsas de harina para hacer pan, flameaban al viento mientras los obreros caían en la zanja, la tumba colectiva que ellos mismos habían cavado. Ese ondular de tela barata y blanca, similar al aleteo de un pájaro, le dio el nombre de “palomeo” a este método de represión y exterminio.
¿Más ejemplos? Busquen la película “Actas de Marusi”, en base a un libro de Patricio Manns, donde se refleja otro enfrentamiento abierto entre obreros y el Ejército de Chile,
Gabriel González Videla gana las elecciones de 1946 en unidad del Partido Radical y Partido Comunista. Una vez en La Moneda, los gringos le pasan la mano por el lomo, le dicen que viene la Tercera Guerra Mundial y que se vaya alineando con ellos porque el enemigo será la Unión Soviética y los comunistas. González Videla pone fuera de la ley al Partido Comunista y en el norte, en la isla de Pisagua, se conforma el mayor campo de concentración para apiñar allí a los militantes apresados… De paso, el Capitán Augusto Pinochet era el comandante del campo…
Ya en tiempos de Pinochet “presidente”, en una playa de Coquimbo aparece el cuerpo de la dirigente comunista Marta Ugarte. La dictadura llevaba tiempo cargando sus helicópteros con presos atados de manos y piernas, simulando una bola, para luego lanzarlos al mar más allá de la Corriente de Humbolt… pero con Marta alguien equivocó las coordenadas y la corriente de Humbolt trajo el cuerpo hacia la playa, desnudando el macabro método para fabricar desaparecidos…
Si alguien necesita más ejemplos, busque en Internet “Patricio Manns, Actas de Marusia”. Puede descargar el libro completo y enterarse de otro enfrentamiento abierto entre los obreros y el Ejército de Chile, como ya dijimos con saldo de miles de muertos, entre hombres, mujeres y niñas / niños.
En esa tierra donde el dolor tiene siempre el mismo protagonista, la clase obrera minera y sus mujeres y sus hijas/hijos, acontece ahora este sufrimiento nacional, este dolor de pueblo con 33 compañeros sepultados a ochocientos metros de profundidad, y el ministro de minas preparando el ambiente, diciendo que ya es difícil que los encontremos con vida y el gobierno pidiendo que nadie haga política con esta desgracia.
Curioso el punto, porque los que gobiernan hoy a Chile crearon cuando Pinochet las políticas para poner el capital internacional, el dinero criollo y los créditos y todo por encima de la ecología y por supuesto por encima de la vida humana, de manera que se garantizara la explotación de los yacimientos y sus beneficios en dólares, no importa quién vive y menos quién muere. La política fue hecha por un Ministro de Minas de Pinochet, nada menos que hermano del actual presidente chileno.
Pero que no hablemos de política al mencionar esta tragedia, porque al parecer según ellos este drama habrá nacido de razones deportivas, si no vamos a hablar de política a la hora de alzar la voz por esos compatriotas que pudieran ya estar muertos por haber tenido el valor de aceptar un trabajo, a como de lugar, con tal de llevar algún dinero a casa. Como dijo un minero allá, en las cuestiones de seguridad se ahorran algunos millones de pesos, garantizando así los millones de dólares que ganarán con ese mineral.
El asunto es que en la venta de Chile, todos los minerales nacionalizados por Allende volvieron con Pinochet a manos privadas, generalmente norteamericanas, en este país donde hoy tenemos 33 mineros pobres bajo millones de toneladas de tierra, roca y mineral, en este país donde el año pasado murieron 31 mineros en accidentes del trabajo, según lo dijeron en el canal del estado, allá en Santiago.
Cuando se pierde un proceso revolucionario incluyente, como el de Allende, que se dedicó a darle oportunidades a todos y a redistribuir la riqueza y la justicia, lo que viene después es candanga con capitalismo salvaje, y el bienestar de la gente es lo menos importante. El enemigo aplica la política del “chorreo”, es decir, reconstruyen la riqueza de los ricos para que éstos, una vez saciados en su hambre de ganancias, comiencen a darle a los pobres de lo que les sobra, de lo que les “chorrea”…
La Universidad de Chile tenía con Allende cincuenta mil estudiantes. Con Pinochet llegó a 17.000… y bajando… Hoy, con “democracia” y todo no llega a 25.000… y todo pago, universidad pública donde se paga todito… Y lo que el pueblo pierde en educación también lo pierde en salud, en crédito, en alimentación, en seguridad social… en turismo popular, en fin, en todo.
Es que así es el capitalismo. Aquí en Venezuela, por ejemplo, en cuarta República INPSASEL, el organismo encargado de la seguridad laboral, de prevenir los accidentes y eso, era en el Ministerio del Trabajo ¡una oficina! con un escritorio ahí y un teléfono. Hoy ese organismo, por allá por de Manduca a Ferrenquín, es un edificio de cuatro o cinco pisos, ¡esa es la diferencia! Una diferencia en beneficio del pueblo, de la gente, de los pobres, para decirlo más claro.
Se dirá que un accidente le pasa a cualquiera y eso es verdad. Pero es distinto dejar las cosas a la buena de Dios, por si pasan, a tomar precauciones.
En un país que ha vivido ahorita no más terremoto y maremoto, bien debieron sonar las campanas de cuidar paredes y corredores de una mina. Uno de los dueños, reconociendo que había deficiencias en la seguridad, como no tener una salida alternativa, dijo que eso era “tan seguro” que él había bajado con sus hijos hasta el fondo mismo del corredor, a ochocientos metros para abajo… No sé que le habrá dicho su mujer, la madre de esos niños, pero a todas luces este tipo es un irresponsable de mierda y punto.
En la impotencia de qué hacer, vamos a contra corriente del ministro de minería de Chile, imaginando, rogando, soñando que están vivos y que vivos los vamos a rescatar. En esa zona hubo tanto compañero minero desaparecido que no queremos saber de más compañeros trabajadores perdidos, enterrados, no recuperados. Por favor, ni uno más.
En la impotencia de qué hacer, aparte de morirnos de rabia para no morir de dolor, recordamos unos versos de Neruda: “Yo sé qué quienes cayeron defendiendo el honor, fueron los nuestros…”
Siempre son los nuestros.
Sobre todo en Chile.
Sobre todo en el Chile de los tibios de la Concertación que ni siquiera mentan la palabra “nacionalización” con tal de estar en las buenas con el mercado y sus excluidos, sus desplazados y sus sepultados.
Sobre todo en el Chile de hoy, donde la derecha pinochetista, ya que el viejo asesino está bajo tierra, pretende seguir matando a nuestro pueblo, si ya no a balazos, a lo ques capitalismo.
Con ganas de ser capaces de hacer algo más, por los menos y por ahora, con nuestra solidaridad desde la cultura popular, terminamos estas líneas adjuntando la letra de una canción de Patricio Manns, “En Lota la noche es brava…”, la letra de “Las penas del minero”, de Víctor Hugo Tejada, canción que habitualmente cantaba Héctor Pavéz y recuerdo haberla escuchado cantar también a Victor Jara, en actuaciones en vivo, en mitines políticos…
Así mismo, el tema “Canto a la Pampa”, de Francisco Pezoa, canción de lucha y fúnebre por excelencia de la clase obrera chilena, que la canta un solista en medio de la columna que acompaña a un féretro al campo santo, o en el funeral o en el velorio. El tema está grabado por Quilapayún en el Long-Play “Por Vietnam”, el primero del Quila para la serie Jota-Jota del sello Dicap, Discoteca del Cantar Popular.
Finalmente adjuntamos a esta nota el poema “Margarita Naranjo”, de Pablo Neruda, otro testimonio de estas tristezas que hoy no sólo nos embargan, que hoy aplastan no sólo a 33 mineros sino a todo un pueblo.