- El capitalismo ya no se salva ni a sí mismo, advierte el mandatario boliviano
- Apeló a la necesidad de pactar una alianza con los de abajo en defensa del ambiente
- Exigió mayores recursos que los destinados a la seguridad de los países desarrollados
México Quintana Ro, Cancún.- El mariachi se encarreró y, a pesar de que le habían solicitado tocar sólo una diana, se hizo eco del ánimo del público en el auditorio y se siguió con El Rey. Evo Morales, el festejado por la multitud, sonrió y cantó alegre
y llorar/y llorar, mientras le decía al oído al canciller cubano Bruno Rodríguez que en esta cumbre no fue el pueblo quien lloró sino los poderosos.
No podía haber escogido mejor canción el mariachi para resumir el día de hoy en la 16 cumbre climática de la ONU. El presidente de Bolivia fue el rey durante toda la jornada. Tanto así que Trino Alcides Díaz, embajador de Venezuela en México, exclamó, sin exagerar: “Evo es la estrella solitaria de la conferencia. Se robó el show”.
Así fue. No hubo en toda la jornada de hoy un personaje más buscado y fotografiado por la prensa. Orador inicial en la sesión de alto nivel de la COP 16, el mandatario boliviano se despachó con la cuchara grande, y habló cuatro veces más tiempo que lo usual. Para su conferencia de prensa se quedó un buen número de personas sin poder entrar, porque el auditorio estaba repleto. En el encuentro con organizaciones sociales organizado por Vía Campesina, que sostuvo en la tarde en el auditorio Jacinto Canek, fue ovacionado y tratado con afecto y reconocimiento.
En esas tres presentaciones públicas desempeñó papeles distintos. En la sesión de alto nivel se comportó como un estadista, poniendo por delante la preocupación de salvar a la humanidad y al planeta del calentamiento global. En la conferencia de prensa funcionó como un experimentado pedagogo, desmontando con elegancia y solidez la pretensión de responsabilizarlo del estancamiento de la cumbre. En el mitin con los movimientos populares –que tantas agruras provocó entre varias ONG– habló como sindicalista y líder social, explicando los retos de la actual encrucijada ambiental y llamando a la movilización y organización de los de abajo.
Como los mejores pugilistas, mostró buenos reflejos en el cuadrilátero, gran movilidad, capacidad para conectar golpes y habilidad para evitar la confrontación sobre sus puntos flacos. Estilista, el presidente Morales evitó las provocaciones con finura. Cuando un reportero le preguntó sobre las declaraciones de Mario Vargas Llosa tildando a Bolivia y Nicaragua como
seudodemocracias populistas y payasas, el mandatario reviró diciendo:
Los pueblos indígenas siempre hemos sido víctimas de algunos letrados, de algunos escritores, de algunos novelistas. Si a un presidente lo trata de payaso, ¿a un hermano de base cómo lo verá ese literato?.
Eso no le evitó lanzar algunos golpes certeros usando el sarcasmo y la ironía.
Los servicios de inteligencia de Estados Unidos han demostrado ser muy poco inteligentes, dijo a propósito deWikileaks, entre carcajadas y aplausos del público.
El capitalismo ya no se salva ni a sí mismo. No resuelve nada. Sólo crea problemas y más problemas, aseguró en dos momentos diferentes.
Contraponiendo el socialismo verde al capitalismo verde, con un discurso claramente anticapitalista, propuso cambiar la vieja consigna de la izquierda de patria o muerte por la de
o muere el capitalismo o muere el planeta. El capitalismo, afirmó tajante, es la muerte y
nosotros luchamos por la vida. El indígena boliviano coincidió así con lo sostenido hace más de cuatro décadas por el filósofo mexicano José Revueltas a propósito del peligro que implicaba para la humanidad una catástrofe nuclear.
De la misma manera en la que lo hizo Hugo Chávez durante el Foro Social Mundial celebrado en Caracas, en el que propuso pasar a la ofensiva en pos del socialismo del siglo XXI, el presidente Morales propuso, frente a los movimientos populares, una nueva doctrina de vida, un neosocialismo del siglo XXI basado en cuatro principios básicos: vivir bien, no vivir mejor; compartir no competir; impulsar no sólo la lucha de clases sino la lucha por la defensa del planeta, para vivir en armonía con la madre tierra, y vivir con dignidad, pero sobre todo con igualdad.
Una y otra vez apeló a la movilización popular y a la necesidad de pactar una alianza con los de abajo para enfrentar el cambio climático.
Algo sé de la relación con movimientos sociales, dijo Evo Morales juguetón, antes de reunirse con Vía Campesina. El trato entre el hoy presidente y la organización es antiguo, estrecho, horizontal y vivo.
Aún nos acordamos de cuando en 1994 y 1996 Evo venía a Europa a las reuniones que se hacían en defensa de los cocaleros. En aquel entonces era totalmente desconocido, recuerda Paul Nicholson, un pequeño agricultor vasco de origen escoces.
Evo es nuestro hermano, nuestro compañero. Es fundador de nuestra organización, un luchador histórico. Es un digno representante de los pueblos oprimidos del mundo. Nos enorgullecemos de él, aseguró el dirigente hondureño Rafael Alegría.
En la Bolivia de Evo vemos reflejadas muchas de las cosas por las que luchamos, terció Alberto Gómez, líder rural mexicano.
Uno de los puntos centrales de unidad entre esos movimientos sociales y el presidente Morales es la defensa del Acuerdo de los Pueblos, firmado el pasado 22 de abril en Cochabamba, Bolivia. El acuerdo alerta que
la humanidad está frente a una gran disyuntiva: continuar por el camino del capitalismo, la depredación y la muerte, o emprender el camino de la armonía con la naturaleza y el respeto a la vida. Establece 15 puntos de acción, entre los que se cuentan: limitar el incremento de la temperatura; reducir en 50 por ciento las emisiones de gases de efecto invernadero; exigir a los países desarrollados el pago de su deuda climática; rechazar los mercados de carbón y destinar para el cambio climático un financiamiento superior al que actualmente se consigna en los presupuestos de defensa, guerra y seguridad de los países desarrollados”.
Hoy, Evo Morales fue el personaje de la conferencia. En sus intervenciones y en sus propuestas se resumen, en mucho, los dilemas de la actual cumbre: o se avanza en que los países desarrollados reduzcan sus emisiones de CO2 o se permite que se agrave el cambio climático. El presidente boliviano lo expresó con su lenguaje: “Hay que convertir esto en un Cancunazo por la vida, no en un Cancunhague como muchos quieren que pase”.
Luis Hernández Navarro / Enviado
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