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martes, 23 de noviembre de 2010

La OTAN, gendarme mundial

Cuba.- Muchas personas sienten náuseas al escuchar el  nombre de esa organización.
El viernes 19 de noviembre de 2010 en Lisboa, Portugal, los 28 miembros de esa belicosa institución, engendrada por Estados Unidos, decidieron crear lo que con cinismo califican de “la nueva OTAN”.
Esta surgió después de la Segunda Guerra Mundial como instrumento de la Guerra Fría desatada por el imperialismo contra la Unión Soviética, el país que pagó con decenas de millones de vidas y una colosal destrucción la victoria sobre el nazismo.
Contra la URSS, Estados Unidos movilizó, junto a una parte sana de la población europea, a la extrema derecha y toda la escoria nazifascista de Europa, llena de odio y dispuesta a sacar lasca de los errores cometidos por los propios dirigentes de la URSS, tras la muerte de Lenin.
El pueblo soviético, con enormes sacrificios, fue capaz de mantener la paridad nuclear y apoyar la lucha de liberación nacional de numerosos pueblos contra los esfuerzos de los Estados europeos por mantener el sistema colonial impuesto por la fuerza a lo largo de siglos; Estados que se aliaron en la posguerra al imperio yanki, quien asumió el mando de la contrarrevolución en el mundo.
En solo 10 días ―menos de dos semanas―, la opinión mundial ha recibido tres grandes e inolvidables lecciones: G-20, APEC y OTAN, en Seúl, Yokohama y Lisboa, de modo que todas las personas honestas que sepan leer y escribir, y cuyas mentes no hayan sido mutiladas por los reflejos condicionados del aparato mediático del imperialismo, puedan tener una idea real de los problemas que afectan hoy a la humanidad.
En Lisboa no se pronunció una palabra capaz de transmitir esperanzas a miles de millones de personas que sufren pobreza, subdesarrollo, insuficiencia de alimentos, vivienda, salud, educación y empleo.
Por el contrario, el engreído personaje que figura como jefe de la mafia militar de la OTAN, Anders Fogh Rasmussen declaró, en tono de fiurercito nazi, que el “nuevo concepto estratégico” era para “actuar en cualquier lugar del mundo”. No en balde el gobierno de Turquía estuvo a punto de vetar su nombramiento cuando Fogh Rasmussen ―un neoliberal danés― como Primer Ministro de Dinamarca, usando el pretexto de la libertad de prensa, defendió en abril de 2009 a los autores de graves ofensas al profeta Mahoma, una figura respetada por todos los creyentes musulmanes.
No pocos en el mundo recuerdan las estrechas relaciones de cooperación entre el Gobierno de Dinamarca y los “invasores” nazis durante la Segunda Guerra Mundial.
La OTAN, ave de rapiña empollada en las faldas del imperio yanki, dotada incluso de armas nucleares tácticas que pueden ser hasta varias veces más destructivas que la que hizo desaparecer la ciudad de Hiroshima, está comprometida por Estados Unidos en la guerra genocida de Afganistán, más compleja todavía que la aventura de Kosovo y la guerra contra Serbia, donde masacraron la ciudad de Belgrado y estuvieron a punto de sufrir un desastre si el gobierno de aquel país se hubiese mantenido firme, en vez de confiar en las instituciones de justicia europea en La Haya.
La ingloriosa declaración de Lisboa, en uno de sus puntos afirma de forma vaga y abstracta:
“Apoyo a la estabilidad regional, los valores democráticos, la seguridad y la integración en el espacio euroatlántico en los Balcanes.”
“La misión en Kosovo se orienta a una presencia menor y más flexible.”
¿Ahora?
Tampoco Rusia lo podrá olvidar tan fácilmente: el hecho real es que cuando Yeltsin desintegró la URSS, Estados Unidos avanzó las fronteras de la OTAN y sus bases de ataque nuclear al corazón de Rusia desde Europa y Asia.
Esas nuevas instalaciones militares amenazaban también a la República Popular China y a otros países asiáticos.
Cuando aquello ocurrió en 1991, cientos de SS-19, SS-20 y otras poderosas armas soviéticas podían alcanzar en cuestión de minutos las bases militares de Estados Unidos y la OTAN en Europa. Ningún Secretario General de la OTAN se habría atrevido a hablar con la arrogancia de Rasmussen.
El primer acuerdo sobre limitación de armas nucleares fue suscrito en fecha tan temprana como el 26 de mayo de 1972, entre el presidente de Estados Unidos Richard Nixon y el Secretario General del Partido Comunista de la Unión Soviética Leonid Brezhnev, con el objetivo de limitar el número de misiles antibalísticos (Tratado ABM) y defender ciertos puntos contra misiles con carga nuclear.
Brezhnev y Carter firmaron en Viena nuevos acuerdos conocidos como SALT II en 1979, pero el Senado de Estados Unidos se negó a ratificar dichos acuerdos.
El nuevo rearme promovido por Reagan, con la Iniciativa de Defensa Estratégica, puso fin a los acuerdos SALT.
El gasoducto de Siberia había sido volado ya por la CIA.
Un nuevo acuerdo, en cambio, fue suscrito en 1991 entre Bush padre y Gorbachov, cinco meses antes del colapso de la URSS. Al producirse tal acontecimiento, el campo socialista ya no existía. Los países que el Ejército Rojo había liberado de la ocupación nazi no fueron capaces siquiera de mantener la independencia. Gobiernos derechistas que accedieron al poder se pasaron con armas y bagajes a la OTAN, y cayeron en manos de Estados Unidos. El de la RDA, que bajo la dirección de Erich Honecker había realizado un gran esfuerzo, no pudo vencer la ofensiva ideológica y consumista lanzada desde la misma capital ocupada por las tropas occidentales.
Como dueño virtual del mundo, Estados Unidos incrementó su política aventurera y guerrerista.
Debido a un proceso bien manipulado, la URSS se desintegró. El golpe de gracia lo asestó Boris Yeltsin el 8 de diciembre de 1991 cuando, en su condición de presidente de la Federación Rusa, declaró que la Unión Soviética había dejado de existir. El día 25 de ese mismo mes y año, la bandera roja de la hoz y el martillo fue arriada del Kremlin.
Un tercer acuerdo sobre armas estratégicas fue firmado entonces entre George H. W. Bush y Boris Yeltsin, el 3 de enero de 1993, que prohibía el uso de los Misiles Balísticos Intercontinentales (ICBM por sus siglas en inglés) de cabezas múltiples. Fue ratificado por el Senado de Estados Unidos el 26 de enero de 1993, con un margen de votos de 87 a 4.
Rusia heredaba la ciencia y la tecnología de la URSS ―que a pesar de la guerra y los enormes sacrificios fue capaz de equiparar su poder con el inmenso y rico imperio yanki―, la victoria contra el fascismo, las tradiciones, la cultura, y las glorias del pueblo ruso.
La guerra de Serbia, un pueblo eslavo, había hincado duramente su colmillo en la seguridad del pueblo ruso, algo que no podía darse el lujo de ignorar ningún gobierno.
La Duma rusa ―indignada por la primera guerra de Iraq y la de Kosovo en la que la OTAN masacró al pueblo serbio―, se negó a ratificar el START II y no firmó dicho acuerdo hasta el año 2000, y en ese caso, para tratar de salvar el tratado ABM que a los yankis para esa fecha no les interesaba mantener.
Estados Unidos trata de utilizar sus enormes recursos mediáticos para mantener, engañar y confundir a la opinión pública mundial.
El Gobierno de ese país atraviesa una etapa difícil como consecuencia de sus aventuras bélicas. En la guerra de Afganistán están comprometidos los países de la OTAN sin excepción alguna, y varios otros del mundo, a cuyos pueblos resulta odiosa y repugnante la carnicería donde están envueltos en mayor o menor grado países ricos e industrializados como Japón y Australia, y otros del Tercer Mundo.
¿Cuál es la esencia del acuerdo aprobado en abril de este año por Estados Unidos y Rusia? Ambas partes se comprometen a reducir el número de ojivas nucleares estratégicas a 1 550. De las ojivas nucleares de Francia, Reino Unido e Israel, todas capaces de golpear a Rusia, no se dice una palabra. De las armas nucleares tácticas, algunas de ellas con mucho más poder que la que hizo desaparecer la ciudad de Hiroshima, tampoco. No se menciona la capacidad destructiva y letal de numerosas armas convencionales, las radioeléctricas y otros sistemas de armamentos a los cuales Estados Unidos dedica su creciente presupuesto militar, superior a los de todas las demás naciones del mundo juntas. Ambos gobiernos conocen, y tal vez otros muchos de los que allí se reunieron, que una tercera guerra mundial sería la última. ¿Qué tipo de ilusiones se pueden hacer los miembros de la OTAN? ¿Cuál es la tranquilidad que de esa reunión se deriva para la humanidad? ¿Qué beneficio para los países del Tercer Mundo, e incluso para la economía internacional, es posible esperar?
No pueden siquiera ofrecer la esperanza de que la crisis económica mundial sea superada, ni cuánto duraría esa mejoría. La deuda pública total de Estados Unidos, no solo la del gobierno central, sino del resto de las instituciones públicas y privadas de ese país, se eleva ya a una cifra que iguala el PIB mundial del 2009, que ascendía a 58 millones de millones de dólares. ¿Se han preguntado acaso los reunidos en Lisboa de dónde salieron esos fabulosos recursos? Sencillamente, de la economía de todos  los demás pueblos del mundo, a los que Estados Unidos entregó papeles convertidos en divisas que a lo largo de 40 años, unilateralmente, dejaron de tener respaldo en oro y ahora el valor de ese metal es 40 veces superior. Ese país aún dispone de poder de veto en el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial. ¿Por qué no se discutió eso en Portugal?
La esperanza de extraer de Afganistán las tropas de Estados Unidos, de la OTAN y sus aliados, es idílica. Tendrán que abandonar ese país antes de que derrotados entreguen el poder a la resistencia afgana. Los propios aliados de Estados Unidos empiezan a reconocer ya que podrían transcurrir decenas de años antes de finalizar esa guerra, ¿estará dispuesta la OTAN a permanecer allí ese tiempo? ¿Lo permitirán los propios ciudadanos  de cada uno de los gobiernos allí reunidos? No olvidar que un país de gran población, Pakistán, comparte una frontera de origen colonial con Afganistán y un porcentaje no desdeñable de sus habitantes.
No critico a Medvedev, hace muy bien en tratar de limitar el número de ojivas nucleares que apuntan contra su país. Barack Obama no puede inventar justificación alguna. Sería risible imaginar que ese colosal y costoso despliegue del escudo nuclear antimisil es para proteger a Europa y a Rusia de los cohetes iraníes, procedentes de un país que no posee siquiera un artefacto nuclear táctico. Eso ni en un librito de historietas para niños se puede afirmar.
Obama admitió ya que su promesa de retirar los soldados norteamericanos de Afganistán podría dilatarse, y los impuestos a los contribuyentes más ricos suspenderse en lo inmediato. Después del Premio Nobel habría que concederle el premio al “mayor encantador de serpientes” que haya existido nunca.
Tomando en cuenta la autobiografía de W. Bush, convertida ya en “Best Sellers”, que algún redactor inteligente elaboró para él, ¿por qué no le hicieron el honor de invitarlo a Lisboa? Con seguridad que la extrema derecha, el “Tea Party” de Europa, estaría feliz.
Fidel Castro Ruz
Noviembre 21 de 2010
8 y 36 p.m.

"Hay que premiar por matar al enemigo, no por salvar compañeros"

La derecha cristiana en EEUU critica de "feminizadas" a las últimas condecoraciones militares concedidas por Obama



Estados Unidos.- Hace una semana, la sociedad estadounidense celebró uno de esos momentos de gloria patriótica de los que muy pocas naciones hacen gala. El presidente Barack Obama hacía entrega de la Medalla de Honor al sargentoSalvatore Giunta, convertido en un héroe de la guerra en Afganistán.
El sargento Salvatore Giunta, premiado con la Medalla al Honor. APSin embargo, Bryan Fischer, un conocido portavoz de la derecha cristiana en EEUU, sorprendió con unas declaraciones que tachaban de "feminizado" el premio militar, ya que honra a Giunta por salvar a sus compañeros "en lugar de matar al enemigo".
El informe oficial asegura que Giunta "se expuso al fuego enemigo" para conseguir rescatar a sus camaradas heridos en una emboscada. Pero a Bryan Fischer, de la Asociación Americana de la Familia (AFA), que a menudo consigue titulares con sus polémicos comentarios, no le ha parecido un acto "de honor", ya que no consistía en "matar enemigos".
"Cuando pensamos en el heroísmo en una batalla solemos pensar en nuestros chicos asaltando las playas de Normandía bajo una lluvia de fuego enemigo, escalando los acantilados de Pointe du Hoc mientras los soldados enemigos les disparan sin freno o lanzando granadas a emplazamientos de armas de medio alcance", escribió Fischer de la AFA, uno de los principales grupos de presión de la derecha cristiana. "Ese tipo de heroísmo parece ser que ha pasado de moda cuando se trata de conceder la Medalla de Honor. Ahora se premia la prevención de accidentes, no conseguir infligirlos", asegura.
"Una vez más la pregunta es la siguiente: ¿cuándo vamos a empezar a conceder la Medalla de Honor de nuevo a los soldados que matan a las personas para que nuestras familias puedan dormir seguras?", pregunta en su escrito.
Fischer basa su crítica en una frase de una columna de opinión publicad en The Wall Street Journal, donde un ex redactor de discursos del presidente Bush, además de elogiar el heroísmo de Giunta, señala que hoy, en lugar de premiar "Rambos que infligen un gran daño al enemigo", se otorga cada Medalla de Honor de las guerras de Irak y Afganistán "al esfuerzo para salvar la vida".

PABLO OLIVEIRA Y SILVA

El asesinato de Kennedy: 47 años después, ¿qué, en realidad, sabemos?

john-kennedy


No obstante la duradera popularidad de teorías de conspiración sobre la muerte del presidente John F. Kennedy el 22 de noviembre 1963, es asunto establecido dentro de la opinión generalizada que tales teorías siempre han sido la obra de excéntricos, popularizadas debido al apetito nacional por el misterio y el entretenimiento. En años recientes, este consenso se ha visto fortalecido por el libro masivo, y aclamado por la crítica, de Vincent Bugliosi, Reivindicando la Historia (Reclaiming History), junto con el programa especial en HBO de Tom Hanks.
Pero, por locas que sean las ideas que andan rodando, quedan puntos de vista alternativos, sobrios ycuidadosos, sobre el asesinato. Pudieran o no en última instancia tener razón, pero representan la continuidad de una discusión seria al respecto.
Ahora que el debate continúa más allá del 47mo aniversario de la muerte del presidente Kennedy, repasemos una lista de cinco mitos comunes acerca de la condición del debate en sí.
1. La creencia de que conspiradores secretos mataron a Kennedy fue popularizada por primera vez por la película de Oliver Stone de 1992, JFK.
La creencia popular en una conspiración estaba ampliamente arraigada a una semana del asesinato de Kennedy. Entre el 25 y el 29 de noviembre de 1963, encuestadores de la Universidad de Chicago le preguntaron a más de 1.000 estadounidenses, quién creían ellos que fuera responsable de la muerte del presidente. Para entonces, el sospechoso principal, Oswald -un izquierdista que había vivido en la Unión Soviética- estaba muerto, matado mientras estaba bajo custodia policial por Jack Ruby,  un rufián local con conexiones al crimen organizado.
La Casa Blanca, el FBI, y el departamento de policía de Dallas, todos afirmaron que Oswald había actuado solo; 62 por ciento de los consultados dijeron que pensaban que más de una persona estuvo involucrada en el asesinato. Solamente un 24 por ciento pensaba que Oswald había actuado solo. Otra encuesta tomada en Dallas la misma semana encontró que 66 por ciento creía que había habido una conspiración. En ese momento, no existían en impresos las teorías de conspiración sobre JFK. Oliver Stone estudiaba en la secundaria.
2. Todos los historiadores serios creen que Lee Harvey Oswald le disparó al presidente Kennedy solo y sin ayuda.
Desde el 2000, cinco historiadores con titularidad han publicado libros sobre el asesinato de Kennedy. Cuatro de los cinco concluyeron que una conspiración había matado al 35to presidente.
David Kaiser, un historiador de la diplomacia en la Universidad Naval de la Guerra (Naval War College) y autor de un libro de 2008, El camino a Dallas (The Road to Dallas), concluyó que Kennedy murió en un complot que involucraba a operativos descontentos de la CIA y figuras del crimen organizado. Igual hizo Michael Kurtz, de la Universidad del Sudeste de Louisiana, en su libro de 2006, Los debates sobre el asesinato de JFK (The JFK Assassination Debates).
En un libro de 2005, Abuso de confianza (Breach of Trust), Gerald McKnight de la Universidad de Hood (Hood College) sugirió que un complot de alto nivel involucrando a oficiales estadounidenses de inteligencia de rango mayor probablemente fue responsable. En su libro de 2003, La película de Zapruder(The Zapruder Film), acerca de la evidencia fotográfica, David Wrone de la Universidad de Wisconsin en Stevens Point argumentó que la famosa cinta casera del asesinato comprueba que Kennedy recibió impactos de bala desde dos diferentes direcciones. Wrone no propuso ninguna teoría acerca de quién fuese el responsable.
En su biografía de 2003, JFK: Una vida sin acabar (JFK An Unfinished Life), el historiador de la Universidad de California en Los Ángeles (UCLA) Robert Dallek dependió del periodista Gerald Posner al avalar la historia oficial de que Oswald actuó solo.
3. Nadie de alto nivel en el gobierno estadounidense jamás pensó que hubiera una conspiración tras el asesinato de JFK.
En realidad, muchos funcionarios de alto rango concluyeron que había existido un complot, aunque raramente hablaran sobre ello sin tapujos.
El sucesor de Kennedy, Lyndon Johnson, endosó públicamente la conclusión de la Comisión Warren de que Oswald actuó a cuenta propia. En privado, LBJ le dijo a mucha gente, desde el colaborador con la revista AtlanticLeo Janos, hasta el director de la CIA, Richard Helms, que él no creía en la explicación del pistolero solitario.
El hermano del presidente, Robert, y su viuda Jacqueline, igualmente creían que JFK fue asesinado por enemigos políticos, según los historiadores Aleksandr Fursenko y Tim Naftali. En su libro de 2009 sobre la crisis de los misiles cubanos, One Hell of a Gamble: Khrushchev, Castro, and Kennedy, 1958-1964,informaron ellos que William Walton -un amigo de la Primera Dama- fue a Moscú, en un viaje previamente calendarizado, una semana después del asesinato de JFK.  Walton llevaba un recado de RFK y de Jackie para el amigo de ambos, Georgi Bolshakov, un diplomático ruso que había servido de enlace extraoficial entre la Casa Blanca y el Kremlin durante la crisis de octubre de 1962. RFK y Jackie querían dejarle saber al liderazgo del Kremlin que “no obstante las conexiones de Oswald con el mundo comunista, los Kennedy creían que el presidente había caído a manos de opositores domésticos.”
En el Senado, los demócratas Richard Russell de Georgia y Russell Long de Louisiana ambos rechazaron los recuentos oficiales del asesinato. En la rama ejecutiva, Joseph Califano, Secretario del Ejército en 1963 y posteriormente Secretario de Salud, Educación y Bienestar, concluyó que Kennedy fue asesinado por una conspiración. En la Casa Blanca, H.R. Haldeman, jefe de personal del presidente Richard Nixon, quiso en 1969 abrir de nuevo la investigación JFK. Nixon no estaba interesado.
Las sospechas persistieron así mismo entre los altos mandos de las agencias estadounidenses de seguridad nacional. El coronel L. Fletcher Prouty, jefe de operaciones especiales en el Pentágono en 1963 (y, más adelante, asesor de Stone) creía que hubo un complot.
Winston Scott, jefe de la estación de la CIA en México cuando lo del asesinato de Kennedy, y partidario ultra-conservador de la Agencia, rechazó los fallos de la Comisión Warren sobre un viaje que Oswald se dio a México seis semanas antes del asesinato. Scott concluyó, en una memoria no publicada, que Oswald había sido usado en una conspiración.
Ninguno de estos personajes era un fantasioso paranoico. Al contrario, representaban una amplia muestra de la élite de poder estadounidense en 1963. Tampoco hablaban de una conspiración JFK para consumo público; lo conversaban sólo reservadamente y dentro de círculos cerrados.
4. El ex fiscal del Condado de Los Ángeles, Vincent Bugliosi, refutó todas las teorías de conspiración enRevindicando a la Historia.
En el transcurso de 1.600 páginas, Bugliosi efectivamente refutó muchos escenarios conspirativos infundados, y reafirmó las conclusiones del pistolero solitario de la comisión Warren. Pero nunca abordó la extensa investigación académica de escépticos de la Comisión tales como el periodista David Talbot, el historiador Kaiser, el historiador John Newman, o el biógrafo Anthony Summers; ni analizó la investigación innovadora del abogado William Simpich o la perspectiva profesional del General de la Inteligencia cubana jubilado Fabian Escalante.
Kaiser, autor de siete libros sobre la historia de EEUU, señala que el enfoque  a lo fiscal de Bugliosi limita la visión de su análisis histórico. “Recae en el viejo argumento de que ‘nadie pudo jamás haber usado a Ruby y a Oswald en una conspiración’, lo cual lo exime de la necesidad de tomar en serio ninguna de las evidencias de una conspiración”, escribe Kaiser.
5. Todos los archivos de la CIA relacionados al asesinato de Kennedy han sido abiertos al público.
La Agencia reconoce que actualmente cuenta con miles de páginas sobre el asesinato de JFK que el público nunca ha visto. La CIA reveló la existencia de los archivos todavía secretos de JFK al responder a una demanda judicial bajo el Acta de Libertad de Información, radicada -resulta- por mí, buscando la liberación de otros expedientes relacionados al asesinato.
Mediante affidávit juramentado, Delores Nelson, funcionaria en jefe de información de la CIA, declaró que la Agencia tiene aproximadamente 1.100 documentos relacionados con el asesinato que piensa mantener tapados hasta 2017, si no más allá de esa fecha. Estos archivos -que contienen más de 2.000 páginas de material- no pueden salir al público por razones de “seguridad nacional”, dijo Nelson.
En otras palabras: en algún lado del área metropolitana de Washington hay una colección de documentos de la CIA relacionados al asesinato de JFK que, de ser recopilados, conformarían una pila de unas diez pulgadas de alto. Ninguno de esos documentos jamás han sido vistos por el Congreso de EEUU, ni por los Archivos de la Nación; ni hablar de periodistas, historiadores, blogueros, Oliver Stone, Tom Hanks, o el público en general.
Eso, no es ni teoría de conspiración ni mito. Es un hecho.

Jefferson Morley

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