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jueves, 27 de enero de 2011

“Ahora los niños también son blancos de guerra”


  • Entrevista con la periodista Marcela Turati, autora del libro "Fuego Cruzado", que relata historias de las víctimas de la guerra contra el tráfico de drogas impulsada en el país por el presidente Felipe Calderón y cuyo saldo oficial es de 30.000 muertos en cuatro años.


México.- Reconocida por saber contar las historias que le importan a la gente, Turati coloca como protagonistas del libro, que circula desde el día 14 bajo el sello de Grijalbo, a viudas, huérfanos, desplazados y mutilados, los invisibles de un conflicto que desangra el país. Y lo hace con una mirada que no solo defiende sino que resalta que es de mujer, además de periodista.

Turati actualmente ejerce el periodismo como independiente, tras trabajar para medios mexicanos y de otros países, ha recibido reconocimientos internacionales por sus reportajes y es impulsora de la red Periodistas de a Pie, integrada mayoritariamente por periodistas mujeres y que busca recuperar la mirada social en el periodismo mexicano.

“Fuego Cruzado” recoge un año de trabajo en coberturas en los 10 estados del país más afectados por el conflicto y representa un registro detallado de las huellas de un país en guerra. En 2009, Turati publicó “La guerra por Juárez. El sangriento corazón de la tragedia nacional”, en la editorial Planeta.


P: ¿Cómo decidió hacer este libro?

Marcela Turati: En mis asignaciones periodísticas me di cuenta de que lo que estaba viendo no eran casos aislados, que había cientos de voces con unas historias terribles, y familias y comunidades atrapadas en el miedo. Decidí seguir los procesos y las historias detrás de la violencia, porque muchos medios han hecho crónicas de las masacres, pero son pocos los que han regresado a ver qué pasó después.

P: El libro cuenta 12 historias ¿Hubo alguna especialmente difícil?

MT: Sí… En realidad hubo tres: una que me llevó meses pensando, escribiendo pedazos que luego ‘desescribía’ y es la que llamo “asesinatos colaterales”, en referencia a este discurso de que los muertos civiles son daños colaterales.

Yo quería entender a las dos partes, no sumarme al coro de linchamiento al Ejército, pero tampoco exculparlo. Quise buscar las fallas sistemáticas, el miedo que tienen, la poca capacitación y su entrenamiento para matar. Explicar por qué, si sacas a los soldados a la calle, el resultado siempre es el mismo: matan y generalmente mueven las evidencias y tratan de cambiar lo que pasó.

Otra historia muy complicada fue la de los niños, porque en México se rompieron los códigos y ahora los niños son blancos de guerra. He conocido niños con pesadillas o niños que han sobrevivido a balaceras. Recuerdo a uno, de siete años, que encontré hecho bolita junto a una llanta (rueda de un vehículo). Así había estado dos horas. Hay niños que juegan a ser sicarios y yo quería retratar todo eso, cómo son las víctimas más inocentes, y qué va a pasar con toda esta generación que está creciendo así.

Y el primer capítulo, que es un ensayo sobre la normalización de la muerte. Me costó porque yo misma no entendía cómo se desató esta maquinaria de matar y cómo pasamos de la sorpresa y el horror a la costumbre y vamos arrojando nuestros 30 mil muertos a la fosa común.

P: ¿Qué le dejó hacer este libro?

MT: Ser testigo de tanto dolor, ir al infierno y regresar al Distrito Federal (asiento de Ciudad de México), que es todavía una burbuja, me llena de responsabilidad. Siento que debo decir lo que he visto y poner otra capa a la discusión, porque hasta ahora en México hemos dejado que los violentos hablen. Solo hemos escuchado el discurso de guerra del gobierno y los mensajes de los narcos, a través de cuerpos decapitados. Pero detrás de cada muerto hay una familia y una comunidad que no hemos escuchado y creo que nos da miedo verla.  Pero todos ellos son nuestros muertos. Debemos rebelarnos a la idea de que a todos los muertos los mataron por ser criminales porque eso no lo podremos saber hasta que se investiguen los casos y en 
México no hay investigación.

Pero además, yo no creo que se haya dado esta generación de personas de gatillo fácil porque bebieron un contaminante que los llevó a una intención asesina. Hubo factores, una violencia anterior y estamos viendo los resultados, de eso y de la impunidad, de saber que matar es fácil y nadie paga por eso.

El año pasado en Ciudad Juárez mataron a 3.111 personas y en El Paso (la colindante ciudad al otro lado de la frontera con Estados Unidos) solo hubo 5 asesinatos. ¿Cómo se explica? Tenemos que replantearnos las causas y entender las consecuencias.


P: Dice que ser mujer y haber cubierto fuentes sociales influyó en la visión del libro…

MT: Sí, claro. Yo todavía no sé mucho de los cárteles, y mis notas se pelean con otras más estruendosas, pero hacen visibles a los invisibles. La social es una mirada que se entrena, que permite trascender la nota roja y aprender a distinguir la anécdota del fenómeno social. Eso he aprendido mucho de Colombia, donde algunos colegas se sienten avergonzados de que llegaron tarde a las víctimas.

IPS: ¿Es lo que ha impulsado en la organización que dirige?

MT: En las redacciones cubrir fuentes sociales es como de segunda clase. Pero hay un grupo de reporteras, porque generalmente somos mujeres, a las que los asuntos sociales nos parecen más importantes porque son los que le hacen sentido al ciudadano. Es lo que hemos impulsado en la red de Periodistas de a Pie, donde hay hombres, pocos aún, que están empezando a darse cuenta de que es necesaria esta mirada.

IPS: ¿Dedica un capítulo a la violencia contra periodistas?

MT: Sí, es fundamental que defendamos el derecho de la gente a estar informada. Quise explicar qué pasa después de que silencian a un periodista, cómo los criminales van provocando psicosis con sus mensajes y cómo, con esta dictadura del silencio que se va imponiendo, todos salimos perdiendo.

IPS: ¿Le faltó algo?

MT: Quería hacer un capítulo de las mujeres, que son las verdaderas heroínas. Los hombres hacen la guerra y las mujeres cuidan sus heridas o son botines de guerra. Lo otro que me hubiera gustado hacer es un capítulo esperanzador, sobre organizaciones que ante la violencia empiezan a hacer cosas, pero tuve miedo de visibilizarlos, porque están matando activistas y porque son procesos todavía incipientes.

IPS: ¿Y el de las mujeres por qué no?

MT: He visto muchas cosas. Cuando matan al proveedor (94 por ciento de los muertos son hombres) y ellas se quedan como el sostén de la familia. Otras que reaccionan de inmediato para pedir justicia, que de ser amas de casa se vuelven expertas en seguridad.  Otras que buscan a sus desaparecidos, que siempre lo hacen mujeres; o que son estigmatizadas por este discurso que culpa a los muertos de su propia muerte, y están las que viven la violencia sexual, que son botín de guerra de todos los grupos. Pero el de las mujeres es un libro entero.

IPS: ¿Su siguiente libro?

MT: Esperemos que sí.

IPS · Daniela Pastrana


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