Andaba yo preocupada pensando que no me había hecho merecedora, por mis artículos sobre Palestina, de una de las estigmatizadoras cartas del embajador de Israel, Raphael Schutz. Me preguntaba si mis artículos le gustarían, si con mis ideas, y sin yo saberlo, estaría colaborando a la perpetuación de la Ocupación y a la difusión de propaganda antipalestina. Pero no: por fin el embajador israelí me dedica una carta (23 de septiembre) y el orden natural se recompone: yo soy la que creo ser y él, por lo que parece, sigue siendo el que es. Ya he sufrido su difamación y estoy a salvo.
El embajador israelí persigue las ideas que no le gustan como los niños a las gallinas: con mucho ruido y sin éxito. Las ideas corren libremente. En el caso que nos ocupa, la idea binacional goza cada vez de más campo, habida cuenta del carácter imparable de la Ocupación israelí y de la deficiencia crónica de las conversaciones de paz.
Porque hay un hecho que no tiene vuelta: Palestina tendrá un Estado algún día. La idea está demasiado diseminada. Lo único que falta por saber es si será un Estadillo-nación en menos del 22% de su territorio histórico o será un Estado que albergue dos naciones, la palestina y la israelí, en el 100% del territorio histórico. Al embajador israelí le repugna esta segunda posibilidad, pero a los españoles un Estado de naciones no nos es extraño.
Que la situación en Palestina es una situación de apartheid real, en la que los palestinos viven recluidos en bantustanes, es un hecho establecido, solo discutible desde la fuerza, no desde la razón.
El embajador israelí se empeña en denigrar a los que, como dijo el gran Mahmud Dar-wix, aún oímos "el lamento de las casas enterradas bajo las colonias". Pero ¡qué se le va a hacer "si estamos enfermos de esperanza... si somos unos sentimentales"!
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