México.- Comenzó la militarización del Distrito Federal; vehículos castrenses patrullan el Centro Histórico, Paseo de la Reforma y calles aledañas (alrededor de la embajada gringa están sus «oficinas de intereses», más embajadas y representaciones de "gobiernos" estatales, en una misma ruta de Cuauhtémoc a Polanco), entre otras delegaciones políticas y, durante las próximas horas, abarcará toda la ciudad y la «zona conurbada». El ejército federal opera como fuerza de ocupación invasora.
La barbarie for export que ahoga en su propia sangre a Ciudad Juárez, Chihuahua, laboratorio principal de la guerra contra la población entera de este país, ha sembrado el terror en Michoacán y Morelos, entre muchos otros lugares, y ahora se cierne sobre nosotros, los defeños, chilangos o visitantes. El hecho es por demás alarmante. ¿Qué haremos al respecto: intentos de abstracción y evasión mental; asumirnos espectadores pasivos y distantes de una violencia desquiciada y demencial, rabiosa y genocida, expansiva, omnipresente... hasta que nos toque y seamos protagonistas a huevo, a la fuerza, por la fuerza bruta y fuera de control?
De nuestra parte, urge expandir a su vez esta ALERTA y, desde luego, salir de las redes sociales y demás trincheras virtuales, a las calles que son nuestras, a los espacios públicos, antes de que el estado de excepción sea la regla general y nos arrebate hasta el aire:
Suspensión de las garantías individuales y desaparición de los derechos humanos. Quedarnos en casa, guarecernos, además de cobardía, es inútil cuando se trata de evitar una invasión, el secuestro de la mayor concentración poblacional del planeta, la privación de su libertad con el allanamiento de la privacidad, nuestra detención y desaparición forzada, la pesadilla del encierro y la tortura... A diferencia de la doctrinada masacre que nos colapsa, el ostracismo no es táctica.
Simultáneamente al patrullaje de la Ciudad de México por el ejército federal en el primer cuadro, así como al asedio paramilitar a la ENAH por la PFP, ha tenido lugar una serie de cateos en las delegaciones Cuauhtémoc, Gustavo A. Madero, Azcapotzalco y Benito Juárez, en ese orden cronológico, durante dos semanas. El desgobierno capitalino, además de causar el monstruoso desastre que sufre la ciudad, abre las puertas al atropello arbitrario que dice perseguir a la delincuencia, desmantelando "narcotienditas" en estos casos, y de paso reprime la protesta social, por lo menos la inhibe, criminaliza la movilización defensiva de la sociedad civil, inventando vínculos de las víctimas con sus victimarios, calumnia que ofende también a las familias victimizadas, tanto como a la inteligencia de la gente pensante, que no parece, pero existe, bajo amenaza, bajo la sombra de la muerte que asecha y oscurece al país.
¿Qué sigue: la intervención directa de vecino imperio, una vez consumado el caos como río revuelto, ganancia de usurpadores, y el momento estelar de las corporaciones asesinas, aparato de máxima destrucción, llamado «seguridad nacional» por el Estado, que paradójicamente acaba con su propia caída? País de amnesias y mentiras, como el síndrome de involución que padece la humanidad: nunca olvides que la PFP, además de policía paramilitar, es un ejército de violadores sexuales, que goza de absoluta impunidad, como los soldados que acribillan, a fuego intensivo de granadas y metralla, niñ@s que ni tiempo tienen de saber... ¿Cuál fuego cruzado con quién? Las únicas bajas que sufren las fuerzas armadas, en estos casos de brutalidad indignante, son balas y granadas en abundancia. ¡Valiente guerra de poder criminal!
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