En el primer minuto de este 29 de septiembre estalló la huelga general en España. Convocada por la Unión General de Trabajadores (UGT) y Comisiones Obreras (CCOO), es la respuesta al viraje neoliberal del gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero. En lo inmediato, la huelga se presenta como protesta frente a la reforma laboral y las medidas de austeridad fiscal aplicadas para reducir el déficit. En realidad, es una respuesta democrática mucho más profunda y con repercusiones políticas de primera magnitud.
En el fondo, la huelga general del 29-S es un ejercicio de dimensiones históricas. Lo que está en juego es la recuperación del Estado democrático comprometido con objetivos de pleno empleo y bienestar social. Es la rehabilitación de un modelo de integración europea basado en la capacidad nacional para desarrollar una política macroeconómica y sectorial que no sacrifique los compromisos sociales de todo Estado democrático. Estamos en presencia del rechazo al proyecto de la Europa neoliberal concebida en los centros de poder burocrático o corporativo.
Lo que anima la huelga es el sentimiento de indefensión frente al poder de la Europa neoliberal. La crisis económica y financiera es para el capital la oportunidad para desmantelar lo que queda de la vieja Europa, en la terminología de los asesores de Bush. La huelga general del 29-S es la defensa de ese proyecto de vida política que tantos logros tuvo en el pasado.
El 29-S es en primer lugar la revuelta contra la dictadura del capital financiero y sus mentiras sobre mercados eficientes. La Europa de las finanzas busca mantener sometidos a los estados europeos. Su instrumento de dominación pasa por recetar la medicina llamada austeridad y por el dolor de millones de personas que están en desempleo o en la pobreza. Ese es el principal legado de la construcción de la Europa neoliberal.
El Tratado de Maastricht impuso restricciones a los bancos centrales para financiar directamente a los Estados miembros. Ese fue el golpe maestro: de este modo los gobiernos de los países de la unión monetaria deben procurarse recursos en los mercados financieros y someterse a la dictadura de la liberalización financiera. La justificación utilizada es que los gobiernos dejarían atrás su comportamiento fiscal irresponsable y se someterían a la disciplina de los mercados financieros.
Detrás de todo esto está la nefasta hipótesis sobre los mercados eficientes de muchos bancos centrales y modelos macroeconómicos. Con este esquema neoliberal se entregó a los Estados europeos como rehenes maniatados en el casino de la especulación financiera. El capital financiero pudo así expropiar a los estados del viejo continente su autonomía en materia de política monetaria y fiscal, quitándoles la capacidad de aplicar medidas que permitan proteger a la población frente a la crisis.
En segundo lugar, el 29-S es el movimiento organizado que se opone a darle el poder a los embustes neoliberales. El regreso a la austeridad fiscal por el que clama la Europa neoliberal es una idea peligrosa que profundizará la crisis. Responde a la idea de que el déficit fiscal le roba recursos y oportunidades de inversión productiva al sector privado.
Esa noción carece de respaldo científico: el sector público no compite con el sector privado por un monto de recursos fijos. La creación monetaria que llevan a cabo los bancos es la fuente de recursos del sector privado. Y la tasa de interés no es un precio que mantiene en equilibrio la oferta y demanda de capitales (como pretendía la vieja y desacreditada teoría de los fondos prestables). La tasa de interés es una variable exógena que se fija políticamente y no depende de ningún mecanismo automático.
En tercer lugar es la rebelión frente a la injusticia de la reforma laboral. El 29-S es el rechazo a la idea de que existe un mercado laboral, en el que se vende y se compra una mercancía llamada trabajo a un precio denominado salario. En primer lugar, el mercado laboral no existe, como cualquier análisis económico puede demostrar. Y el salario no es un precio, es una variable de la distribución del ingreso, no un simple precio. El salario es una variable de la distribución del ingreso y depende de la lucha y movilización de la población, no de una pretendida ley de la oferta y demanda. Además, la reducción de los salarios no incentiva la creación de empleo: provoca una caída en la demanda efectiva, mayores inventarios y endeudamiento de las empresas, menos inversiones y mayor desempleo.
Por eso cabe la pregunta, ¿quién votó en favor que el gobierno impusiera las directrices de los mercados financieros? ¿Quién le autorizó calmar los apetitos de los especuladores sacrificando derechos y bienestar de millones de personas? ¿Quién le otorgó poderes para desmantelar el entramado institucional de las relaciones laborales? El 29-S debe ser el comienzo de la acción política decisiva a nivel europeo e incluso mundial para salir del esquema neoliberal.Alejandro Nadal
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