Ernesto Cordero nos dejó “colgados de la brocha” a quienes lo estuvimos boletinando como el sucesor de Calderón en la candidatura presidencial del Partido Acción Nacional (PAN), pues recién acaba de autodescartarse como tal, a la mejor sabiendo que él o quien sea el abanderado azul en la disputa electora tiene perdida la elección. Así que Cordero (¿alguien sabe su segundo apellido, pues su ficha no aparece ni en el diccionario de los panistas?) es actualmente el titular de Hacienda y Crédito Público y presume de actuario e íntimo, muy amigo, de Calderón, al grado de que se da el lujo de no ser miembro del PAN y tener asesores priistas (como Gerardo Cajiga) y, empero, estar en el primer círculo.
Cordero es un lobo con jerga cantinflesca ya que hace declaraciones, como las vertidas acerca del nuevo presupuesto de ingresos, donde dice una cosa, se desdice y, además, habla tan enredado que bien a bien no se sabe lo que quiere expresar, tal vez por alguna disfunción entre su pensar y hablar que hace que la lengua se le trabe. Un día de ésos anunció que bajarían los impuestos y que no habría nuevos, así como en consecuencia no aumentarían los que Calderón lleva cuatro años subiendo como si lo hicieran en escalera mecánica. Después afirmó que no sabía si los impuestos, en el presupuesto que está por enviar al Congreso, sufrirían (aunque los que sufrimos somos los causantes cautivos) algunas alzas. No terminaba de pronunciar lo anterior, cuando aseguró que habría nuevos impuestos. Para terminar diciendo hace unas horas que “sería irresponsable” bajarlos.
Dice una cosa y se autocorrige para decir otra, con tan a la oaxaqueña (éstos, dicen, son tan enredosos que hasta el queso, llamado quesillo, enredan) que no se entiende lo que realmente busca comunicar. Lo único cierto es que disfrazándose de su apellido don Ernesto Cordero resulta un lobopara engañar con su camuflaje y amenazar a los mexicanos de que a los impuestos ya vigentes se adicionarán otros para continuar “bolseando” a quienes pagan con sus declaraciones fiscales mensuales y los ajustes al año fiscal. Y más amenazante ha sido Calderón al sostener que si el Congreso no le aprueba más gastos para su militarismo contra los delincuentes, entonces conforme a sus facultades autoritarias aumentará otros impuestos y mayores precios a la venta de bienes y servicios federales.
Así, pues, nos espera, como en los tiempos nefastos de Santa Anna, y quizá actualmente son días (en los cuatro años y pico de calderonismo), más ominosos y funestos, ya que caerán sobre nosotrosrayos y centellas cargados de impuestos agregados a los actuales. Y ese dinero que nos sustraen, más como impuestos (por su imposición) que contribuciones, ya no regresará en obras y servicios para la nación, sino que se irán por el desagüe de la corrupción de la seudoadministración federal.
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