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domingo, 12 de septiembre de 2010

¿SABíAN QUE HACE 30 AÑOS LOS COREANOS GANABAN EL 10% QUE LOS MEXICANOS Y AHORA ES AL REVÉS? ¿QUIEREN SABER POR QUÉ, CÓMO FUE?

En enorme contraste con el caso mexicano, el modelo de sustitución de importaciones de Asia Oriental arroja resultados muy diferentes, particularmente en el caso de Corea del Sur, el más exitoso de ellos, al cual ilustro para contrastarlo con el caso mexicano.

Por principio de cuentas debe resaltarse, desde el ángulo de la procuración de bienestar social –la responsabilidad esencial de cualquier gobierno realmente democrático, que en 1975 los salarios reales para trabajadores manufactureros de línea de producción de Corea del Sur eran apenas el 34,9% de los salarios reales mexicanos (PPC)69. Treinta y un años después, los salarios sudcoreanos de dicha categoría de trabajadores constituyeron el 453,9% del salario real equivalente mexicano en 2006. Dicho de otra manera, los papeles más que se invirtieron, pues mientras que en 1975 los salarios mexicanos de dicha categoría representaban 2,8 veces el salario sudcoreano, en 2006 los salarios reales manufactureros mexicanos de línea de producción constituyeron apenas un poco más de la quinta parte (22%) del valor real de los salarios de sus contrapartes sudcoreanos (gráfica III.3). La diferencia es abismal y profundamente vergonzosa.70 ¿Qué hizo diferente Corea del Sur? Si lo encapsulásemos en un solo concepto diría que el gobierno sudcoreano no se sometió como siervo de las metrópolis del sistema-mundo-capitalista, particularmente de Estados Unidos, y optó por el crecimiento con equidad, entendiéndolo como su interés nacional medular. Los gobiernos de Corea del Sur, como los mexicanos, también eran autoritarios, e incluso ahora están lejos de situarse en el ámbito de la real democracia. No obstante, a diferencia de los gobiernos priistas y ahora de los panistas, tienen dignidad y orgullo por su identidad nacional, lo que los compromete con el desarrollo social de su población.

En su análisis del desarrollo de Asia Oriental, Ankie Hoogvelt comenta que el éxito relativo en el desarrollo social de los llamados siete dragones del Asia Oriental (Corea del Sur, Hong Kong, Indonesia, Malasia, Singapur, Tailandia y Taiwan) provocó análisis opuestos según la vertiente de economía política que los emitía. Entre 1965 y 1990 estas naciones, también llamadas Economías de Asia Oriental de Alto Desempeño (HPEAs por sus siglas en inglés) crecieron a un ritmo superior al de cualquier otra región, incluyendo a los países ricos, y a casi al triple del ritmo de los países iberoamericanos.71 Así que era obligado desarrollar una teoría que explicara su alto desempeño. Hoogvelt relata que los promotores de la llamada teoría de la modernización – muy alineados con la teoría neoclásica progenitora del neoliberalismo– trataron de justificarlo apelando a su participación en la economía internacional en función de sus ventajas comparativas provenientes de las participaciones naturales de los factores de producción –especialmente los salarios bajos. En contraposición, losneomarxistas y los economistas estructuralistas que habían desarrollado la teoría de la dependencia, muy conocida en Iberoamérica, como el argentino Raúl Prebisch, consideraron inicialmente que el éxito en el desarrollo de Asia Oriental era aparente y pasajero pues las metrópolis sólo estaban explotando las ventajas
comparativas de la región para subsanar su pérdida de competitividad sin que esto se tradujera en un desarrollo social sostenible.

No obstante, cuando se hizo evidente que el desempeño de estas economías se volvía sostenible y que Corea del Sur, particularmente, mejoraba sensiblemente en muchos indicadores, especialmente en el fuerte incremento de los salarios reales, ambas teorías se vieron obligadas a converger parcialmente en una conclusión, según relata Hoogvelt. Ésta fue que el desarrollo capitalista de Asia Oriental situaba al Estado como el agente rector de la economía, de tal manera que el crecimiento económico tuviera una importante dosis de equidad. Otros, como los teorizantes de la economía políticaneolistiana72 también coincidían en que el éxito del modelo del Este de Asia se debía al papel estratégico del Estado para someter a las fuerzas  domésticas y foráneas a un interés económico nacional, acuñando el término de Estados desarrollistas. Otros, como el sociólogo Peter L. Berger lo explican en su revolución capitalista73 a partir de que las estrategias de desarrollo combinaron crecimiento con equidad desde el inicio de la modernización económica, en contraste con el falaz argumento de la escoria ladrona que insiste en que primero hay que crear riqueza para luego
distribuirla. Berger también coincide en que el modelo de Asia Oriental se distingue porque el proceso de modernización es dirigido por la autoridad pública y la intervención estatal en lugar de que fuesen las empresas individualmente, el libre mercado y la democracia representativa.74

Otras teorías, como la nueva teoría del comercio, de Krugman y de otros autores que se alejaron de la tradición neoclásica, argumentan, inspirándose en el éxito de Asia Oriental, que el mundo real es muy diferente del que se asume en la teoría neoliberal, pues los mercados domésticos no funcionan conforme a la mano invisible y padecen de distorsiones. Por ello, la estrategia de las ventajas comparativas no es efectiva para el desarrollo sino el comercio en el que se tienen ventajas competitivas de especialización. Esto es, los países no necesariamente se especializan y comercian para beneficiarse de sus ventajas comparativas, sino que también lo hacen en aquellas áreas en donde la especialización en sí misma les genera ganancias cada vez mayores. Este hecho, aunado a las distorsiones del mercado, hace necesaria la intervención del Estado para crear y promover ventajas dinámicas, como puede ser el respaldo al desarrollo de nuevas tecnologías,75 la antítesis de la cultura de la escoria ladrona mexicana.

No obstante, aunque el consenso sobre el éxito de Asia Oriental se centra en la idea de la rectoría del Estado para combinar crecimiento con equidad, no deja de ser evidente que dicha región todavía tiene mucho por hacer –con la excepción relativa de Corea del Sur– para sacar a millones de sus ciudadanos de la pobreza. Los salarios reales en Taiwan, Singapur y Hong Kong no han mejorado en el mismo grado que en el caso sudcoreano, pues en las últimas décadas se quedan atrás. Aunque los salarios son bastante menos indignos que los de países como México, parte del crecimiento se ha logrado sobre las espaldas de los trabajadores. Por ello, Walden Bello y Stephanie Rosenfeld, críticos del modelo de Asia Oriental, al valorar los límites del modelo de la región concluyen que se hace evidente que los modelos económicos que contraponen eficiencia del mercado con igualdad, y crecimiento económico con equilibrio ecológico son obsoletos.76 Ergo, todo sistema que antepone el mercado al bienestar social y de la Madre Tierra es insostenible y depredador. Por ello, a pesar de los logros alcanzados, el ejemplo de Asia Oriental hace evidente que el desarrollo sostenible tiene que anteponer a la gente y el planeta sobre el mercado, sometiendo las presiones naturales del sistema, como son la búsqueda de máxima eficiencia y competitividad, a un equilibrio que dé absoluta prioridad al bienestar de la
gente y el planeta a largo plazo. Es decir, el equilibrio siempre deberá conciliar los conflictos entre mercado y la gente y el planeta en favor de estos últimos.

En el caso particular de Corea del Sur, el papel del Estado dirigiendo al mercado destaca por su fuerte compromiso social que no duda en someter a las fuerzas del sistema-mundo-capitalista a la prioridad nacional de crecer con equidad. La meta no es el desarrollo del mercado doméstico en el sentido del paradigma keynesiano de generar demanda agregada respaldándola con un fuerte Estado de bienestar, sino crecer con equidad para eliminar la dependencia de las metrópolis. Esto es particularmente importante en el caso de Asia Oriental, pues, iniciando la posguerra, Estados Unidos puso énfasis en el desarrollo del Este de Asia, especialmente de Japón, Corea del Sur, Singapur y Taiwan, asegurando el sistema capitalista ante la amenaza del comunismo y su hegemonía en la región. Esto implicó que Estados Unidos aceptara substantivas condiciones asimétricas en sus relaciones comerciales con estos países para impulsar el desarrollo, lo que a la postre generó una fuerte dependencia de estos países con Estados Unidos.77

El modelo coreano se centra en el apoyo gubernamental a ciertos sectores identificados con la capacidad para ser competitivos globalmente (automotriz, electrónicos y petroquímica) y abrir el mercado sólo en aquellos sectores donde se alcanza competitividad mundial y no indiscriminadamente como en el caso mexicano. A su vez, se promueve la formación de inmensos conglomerados, los chaebols, imitando a loskeiretsus japoneses. El propósito es apoyar con recursos a grupos empresariales con capacidad comprobada con el objeto de favorecer las economías tecnológicas y organizativas de escala. Los chaebols constituyen un elemento de suma importancia en el corazón del modelo estratégico sudcoreano. La mayoría pertenecen a poderosas familias mediante sociedades accionarias, por lo que, al igual que en México, son también oligárquicos. La diferencia esencial con los grupos empresariales mexicanos, es que los sudcoreanos demuestran a través del tiempo un consistente compromiso con el desarrollo nacional con equidad y una capacidad empresarial muy superior.

Los chaebols más grandes, como Hyundai, poseen decenas de empresas. En 1984, las ventas combinadas de los diez conglomerados más grandes representaban dos tercios del PNB sudcoreano.78 En la industria automotriz por ejemplo, al igual que en México, requerían de un mínimo de contenido doméstico (50%). Sin embargo, a diferencia de México, Corea del Sur siguió su plan de sustitución de importaciones rigurosamente y sólo permitió la entrada de competidores extranjeros conforme iba aumentando su competitividad y contenido local. Su meta para este sector era entrar a los mercados mundiales, particularmente al estadounidense, con sus propias marcas. Así es que empresas y gobiernos colaboraron estrechamente para integrar a cada vez más proveedores domésticos a sus cadenas de abastecimiento, para desarrollar tecnologías y procesos propios y para subsidiar los precios de exportación con precios más altos para el mercado doméstico. En México, en diametral contraste, a pesar de que también se aplicó un modelo de economía mixta, la productividad y eficiencia siempre estuvieron y siguen descansando sobre el pago de salarios miserables, aún ahora cuando la mayor parte de la producción se exporta y se vende a precios globales. Además, la sustitución de importaciones ha sido eliminada y el desarrollo tecnológico olvidado. Como resultado, el modelo sudcoreano ha logrado que actualmente empresas como Hyundai, Kia, Daewoo y Samsung sean fuertes competidores globales mientras que México fue pauperizado.

La política del Estado sudcoreano de crecer con equidad ha hecho que los salarios manufactureros también hayan sido enormemente beneficiados. En 1975, el salario nominal por hora era de 0,32 dólares, apenas 11% de lo necesario para recibir un salario real homólogo a los de sus contrapartes estadounidenses, en términos de paridades de poder de compra. En 2006, los salarios sudcoreanos por hora se han incrementado a 14,72 dólares, equivalentes al 79% de lo necesario para homologarlo en poder de compra con el salario de sus contrapartes estadounidenses. Los salarios manufactureros sudcoreanos ya incluso disfrutan de una menor brecha salarial con sus contrapartes estadounidenses que los salarios japoneses equivalentes.79

Así las cosas, el papel del Estado como rector del mercado permitió que Corea del Sur gestionara con éxito, desde el ángulo de las reivindicaciones sociales, la crisis financiera que se desató en Asia a finales de los años noventa, como consecuencia de las especulaciones y presiones de la globalización neoliberal. Entre 1995 y 2006, la brecha de salarios dignos manufactureros, logra mantener su reducción paulatina, pasando de 50% en 1995 a 30% en 2000, 28% en 2005 y 21% en 2006, mostrando un desempeño mejor que el japonés, con 29% en 2006.80 Desde el ángulo del mercado, Corea del Sur es ya considerada en muchos aspectos como una economía desarrollada y muy competitiva a escala mundial.

El contraste entre los resultados obtenidos por Corea del Sur y México es abismal. La estrategia coreana responsabiliza al Estado en todo momento de dirigir el proceso de industrialización y nunca lo confía a la libre empresa, protegiendo así su industrialización y desarrollo social tanto como sea necesario. México inicia su industrialización de manera similar, con economía mixta, sustitución de importaciones y un Estado rector. Pero la proverbial corrupción endémica en la oligarquía político-empresarial, sus muy privados intereses y, sobre todo, la absoluta ausencia de compromiso y de lealtad a la nación, urden su asalto neocapitalista en lugar de proteger el interés nacional.

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