Entre las diversas formas adoptadas para conmemorar el bicentenario de la Independencia se ha llegado hasta lo
inverosímil con ribetes de macabro, como sacar de su sitio los restos de los caudillos de esa hazaña y someterlos a procesos de identificación para luego exhibirlos en Palacio Nacional en un
laico ritual de veneración, afirmó el historiador de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), Miguel León Portilla.
A su vez, Guillermo Hurtado, director del Instituto de Investigaciones Filosóficas, expuso que esta segunda centuria del movimiento libertario será recordada por la dificultad que tuvieron sus organizadores para encontrar la clave y el tono del discurso de las celebraciones.
Encargados de dictar las conferencias magistrales con las cuales la UNAM conmemoró los 200 años del inicio de la guerra de liberación, ambos pusieron de relieve el ideario de sus precursores, el cual
en nuestro tiempo pareciera a veces que se oscurece a los ojos de no pocos, dijo León Portilla.
Tras ser ovacionado de pie por quienes se congregaron en el auditorio Carlos Pérez del Toro de la Facultad de Contaduría y Administración, pidió aprovechar esta conmemoración
para avivar la conciencia un tanto adormecida, o lo que es más grave, condescendiente con recurrentes violaciones. Traer al presente las palabras pronunciadas por los próceres de la Independencia en momentos decisivos, es dar vida a la historia.
Poseedor de una docena de doctorados honoris causa, el antropólogo evocó el capítulo de la Constitución de Apatzingán de 1814 sobre la educación, la cual se establecía
como necesaria a todos los ciudadanos.
Esto –afirmó– debe ser escuchado por nuestros diputados, y para reforzar su convicción habló de la exigencia permanente del rector José Narro para que se otorguen mayores recursos económicos a la enseñanza.
“La universidad, la nuestra y cuantas merecen este nombre (no las patito) pertenecen al pueblo, derivan su ser de la soberanía de la nación y en ellas se transmiten doctrinas jurídicas y formas de saber con los principios enunciados por los próceres de la insurgencia. Hagamos de la evocación de sus personas y su pensamiento, faro luminoso para encaminar a México por la senda que habrá de llevarlo a la plena realización de sus ideales”, exhortó León Portilla.
Guillermo Hurtado dijo que sería un grave error no celebrar la Independencia.
México, añadió, tendría que salir renovado de esta efeméride y ver su importancia no como algo conmemorativo, sino proyectivo. Tomó para su disertación a los filósofos Luis Villoro y Edmundo O’Gorman, cuyos estudios, apuntó,
La democracia, dijo para cerrar, no debe ser siempre un estado de confusión y discordia.
“La universidad, la nuestra y cuantas merecen este nombre (no las patito) pertenecen al pueblo, derivan su ser de la soberanía de la nación y en ellas se transmiten doctrinas jurídicas y formas de saber con los principios enunciados por los próceres de la insurgencia. Hagamos de la evocación de sus personas y su pensamiento, faro luminoso para encaminar a México por la senda que habrá de llevarlo a la plena realización de sus ideales”, exhortó León Portilla.
Guillermo Hurtado dijo que sería un grave error no celebrar la Independencia.
México puede tener todos los defectos del mundo, pero es nuestra nación, es el hogar común que compartimos. No querer recordar el inicio de su existencia, por apatía o por desdén, sería como negar una parte de nosotros mismos.
México, añadió, tendría que salir renovado de esta efeméride y ver su importancia no como algo conmemorativo, sino proyectivo. Tomó para su disertación a los filósofos Luis Villoro y Edmundo O’Gorman, cuyos estudios, apuntó,
pueden ayudarnos a recobrar el sentido de la conmemoración del bicentenario.
La democracia, dijo para cerrar, no debe ser siempre un estado de confusión y discordia.
Recordar nuestro pasado debe ser, en estas circunstancias, una manera de invocar nuestro porvenir como nación. No dejemos vacía la tribuna de la patria. Subamos a ella para precipitar desde allí, el futuro deseado. Emulemos a Hidalgo y entremos con paso firme en el recóndito camino de nuestra libertad.
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