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sábado, 7 de agosto de 2010

El Sindicato Mexicano de Electricistas contra el Presidente Calderón

El Sindicato Mexicano de Electricistas contra el Presidente Calderón








México: Clase social, lucha, represión y auge del poder del narcotráfico



MEXICO… ARGOS: AGOSTO 2 DE 2010…



XJames Petras*

Rebelión

Traducido para Rebelión por Ricardo García



«Estamos enfrentando a un monstruo; una fuerza que se ríe, se burla y nos quiere

aplastar.»



Miguel Ángel Ibarra, miembro del Sindicato Mexicano de Electricistas (SME), al

cumplir 80 días en huelga de hambre. (La Jornada, 18 de julio de 2010).



Existe relación directa entre el auge de las bandas delictivas, la

profundización del neoliberalismo y la represión de los movimientos sociales y

los sindicatos.



El despido llevado a cabo por el Presidente Calderón de más de 44.000

electricistas sindicados es el último de una serie de actos de represión que ha

hecho pedazos el tejido social. La negación de un puesto de trabajo coherente y

bien remunerado y la criminalización de organizaciones sindicales legítimas como

el Sindicato Mexicano de Electricistas (SME) han desembocado en emigración

masiva y en un incremento del número de jóvenes que se incorporan a bandas

dedicadas al narcotráfico.



La represión estatal y la corrupción electoral han impedido que los trabajadores

mexicanos canalicen sus quejas por vías legales y han contribuido y fomentado la

aparición de un narco-Estado paralelo que controla grandes regiones del país y

recluta a los hombres y mujeres jóvenes que pretenden huir de la pobreza.



En los últimos 25 años, México ha retrocedido desde el punto de vista social,

económico y político como consecuencia de la ofensiva neoliberal iniciada con

las elecciones fraudulentas de 1988, en las que Carlos Salinas arrebató la

presidencia a Chuahtemoc Cárdenas. A continuación, Salinas suscribió el tratado

de libre comercio, el NAFTA, que llevó a la quiebra a más de 10 millones de

agricultores, campesinos y pequeños comerciantes mexicanos, lo que impulsó a

muchos de ellos a emigrar, a otros a unirse a movimientos sociales y, a algunos,

a rebelarse, como sucedió con el Ejército Zapatista de Liberación Nacional

(EZLN). Desde la firma del NAFTA han emigrado más de 10 millones de mexicanos.



La represión estatal y el aislamiento forzoso del EZLN, en Chiapas, y de otros

movimientos de ámbito rural en Guerrero, Michoacán y otras zonas, y la

denegación de justicia agraria obligaron a muchos campesinos a huir a suburbios

urbanos donde finalmente algunos ingresaron en las bandas emergentes dedicadas

al narcotráfico.



A principios del nuevo milenio, el experimento de México con las «reformas»

neoliberales agravó las crisis sistémicas: las desigualdades se agudizaron, la

economía se estancó y la pobreza aumentó. En consecuencia, millones de mexicanos

huyeron cruzando la frontera para penetrar en Norteamérica o se unieron a

movimientos populares que pretendían transformar el sistema.



Surgieron dos movimientos sociales y políticos poderosos que trataron de

invertir el deslizamiento de México hacia la descomposición política y la

desintegración social. En el frente político, Andrés Manuel López Obrador, el

candidato presidencial de una amplia coalición ciudadana, condujo a millones de

ellos a una victoria electoral en el año 2006, que le negaron mediante el fraude

electoral masivo perpetrado por los partidarios de Calderón.



El segundo movimiento, una coalición de sindicatos y movimientos sociales

liderada por el SME, luchó para preservar el sistema público de seguridad social

y evitar la privatización y explotación de la red eléctrica de la voraz

depredación de la clase capitalista nacional y extranjera.



En Ciudad de México y en todas las demás provincias hubo movilizaciones masivas

en las que se manifestaron miles de personas, mientras millones de consumidores

expresaban su solidaridad, como hicieron todos los principales sindicatos de

Europa, América Latina y otras regiones.



Lo que estaba en juego no era sólo el empleo de los trabajadores sindicados del

sector eléctrico y el sistema de seguridad social, sino uno de los movimientos

sociales más eficaces a la hora de defender una red de protección social para la

clase trabajadora.



Al atacar al SME y al sistema de seguridad social, una de las últimas grandes

instituciones sociales que proporciona cohesión social, Calderón y el sistema

judicial estaban negando además a los mexicanos instrumentos sociales y

políticos legales mediante los cuales pudieran aspirar a defender su nivel de

vida.



Al desbaratar la red social a través de la privatización de programas e

instituciones públicos mediante la represión de movimientos sociales esenciales

como el de los zapatistas de Chiapas, los maestros y sindicatos de Oaxaca o el

SME de Ciudad de México, el Estado mexicano está negando de hecho las esperanzas

de mejora a través de procesos políticos democráticos.



El estancamiento neoliberal, la represión que sufren los movimientos populares

democráticos a manos del Estado y el robo reiterado de victorias electorales

obtenidas por movimientos populares en 1987 y 2006 se ha traducido, como

siempre, en un desencanto profundo y generalizado hacia la política. Y lo que

resulta aún más amenazador: ha convertido a miles de jóvenes mexicanos en

enemigos del Estado y los ha impulsado a integrarse en las numerosas bandas

violentas dedicadas al tráfico de droga.



El rechazo de los estados de México a los cambios electorales pacíficos, su

insistencia en reprimirlos y la negación de los derechos de los movimientos

sociales como el SME han dejado pocas salidas a la frustración generalizada que

se filtra bajo la superficie de la sociedad.



En los últimos cuatro años han sido asesinados en el conjunto de las regiones

del país más de 25.000 policías, soldados, civiles y narcotraficantes. Pese a la

militarización impuesta por Calderón en todo el territorio nacional, los 40.000

soldados presentes en las calles no han logrado impedir la escalada de

violencia, lo que demuestra con claridad el fracaso de la opción represora para

poner fin a la violencia e impedir en México una desmembración que lo convierta

en «Estado fallido».



La recuperación y reconstrucción de México pasa por el fortalecimiento del

tejido social mexicano: la promoción de los movimientos sociales y urbanos y,

concretamente, de los sindicatos democráticos de masas como el SME.



Estos movimientos y sindicatos son los ladrillos fundamentales para la

transformación de la sociedad mexicana: el fin del neoliberalismo, la anulación

del NAFTA y la reconstrucción de un sector público pujante bajo el control de

los trabajadores.



Para combatir los males gemelos que representan el Estado neoliberal corrupto y

militarizado y su versión paralela, el narco-Estado violento que estalla de

forma recurrente y aterroriza al país, se debe aglutinar un nuevo movimiento

político y social de masas que aúne la solidaridad con los sindicatos como el

SME y el carisma popular de líderes políticos como López Obrador para presentar

un programa radical de reconstrucción nacional y justicia social.



La alternativa es una desintegración mayor del Estado mexicano y una degradación

que deje sumido al país en una situación de violencia generalizada e

interminable, donde los ricos vivan en fortalezas armadas y los pobres queden

sometidos a la depredación violenta del Ejército y de los narco-terroristas.



Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una

licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras

fuentes.

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