Tito Alvarado
Venezuela vive un acoso no declarado del Imperio, una guerra por otros
medios. Allí hay un líder que fue y es militar, sabe de valentías, escaramusas,
camuflages y estrategias diversas, no es un organizador desde abajo ni un
estratega de los avances rápidos, detalles que cuentan a la hora de encontrar y
poner en práctica soluciones. También hay un pueblo que tiene una historia de
postergaciones, atropellos y desprecios por parte de la burguesía aristocrática
que hasta hace poco hacía de Venezuela lo que se le diera en gana. Hoy todo es
distinto, aunque no todo es color de rosa.
A veces da la impresión de que el líder va solo y muy adelante, a veces no
vemos al pueblo en su desarrollo para dejar de ser víctimas eternas y pasar a
ser ellos quienes controlan las claves de su propio destino. Falta educación
ideológica, falta desarrollo de capacidades organizativas y de respuesta rápida,
falta, quizá, no estoy muy seguro, mayor protagonismo del pueblo e ir más rápido
hacia la superación de la sociedad capitalista.
La confrontación en América se da entre un sistema moribundo con enorme
capacidad de hacer daño y una identidad naciente de fuerza de cambio y poder de
construcción de lo nuevo. Un imperio y sus lacayos nacionales contra los muchos
pueblos y sus muchos dramas de vida cotidiana.
Venezuela es una gloriosa espada en manos de los pueblos que quieren
liberarse del sistema de explotación capitalista y por lo mismo es un tremendo
peligro para los designios imperiales, para colmo, la burguesía venezolana es
absolutamente inepta cuando no tiene las palancas esenciales del poder. Les
queda un apreciable poder económico, un cierto poder político, muchos medios de
comunicación masiva y un innegable control en poderes como; la iglesia, la
policia, la justicia y otros. La batalla es a muerte. O ganan ellos con lo que
ya conocemos aumentado en crueldad o ganamos nosotros construyendo un orden
distinto, de paz y justicia social.
El imperio tiene todo en sus manos, menos el futuro seguro. Desde sus
oficinas se elaboran planes para continuar en el juego. Lo que ellos no toman en
cuenta es la capacidad de resistencia e innovación que tienen los pueblos. A
esta capacidad hoy se impone el deber de agregarle el desarrollo de la
creatividad para encontrar soluciones que rompan los esquemas. Para ello se
requiere echar por tierra la esencia de las formas en que nos hemos enfrentado
los pueblos contra el imperio y sus lacayos, ya no basta con la resistencia,
ahora hay que luchar para vencer en el más breve plazo, pues nos jugamos la vida
en el planeta.
La estrategia del imperio es la guerra por otros medios (tesis ya expuesta
en: La Guerra por otros medios, diversas fuentes, internet), estos medios son
políticos, económicos, mediáticos y de acoso solapado. Si los tipos que diseñan
estos juegos, algo supieran de la vida en la selva y las estrategias que las
distintas especies utilizan para sobrevivir, yo debíera decir que están
utilizando contra Venezuela la estrategia de la serpiente: avanzar contra su
presa silenciosamente y atacar cuando se está seguro de ganar.
La diferencia es que el imperio no es una serpiente ni avanza de frente.
Mucho de lo que hace, se ve, pareciera que es todo inofensivo y no tiene en la
mira a su enemigo, salvo que nada de lo que parece es lo real. El golpe puede
venir de cualquier lado y en el momento menos esperado.
Cuatro son las constantes en este ataque solapado, esta guerra por otros
medios:
Uno, marcar un territorio: siete bases militares en Colombia con poder
suficiente como para atacar varios puntos estratégicos en Colombia y en
Venezuela a la vez; un golpe de estado en Honduras, que les ha permitido ver y
estudiar cuales fueron y prever cuales serán las reacciones anti golpe, en
concreto con este golpe militar en Honduras pueden elaborar estrategias para
neutralizar la respuesta popular y consolidar un frente de gobiernos pro
imperialistas; una invasión silenciosa en Haití escudada en una supuesta "ayuda"
al país devastado por un terremoto; una cuasi invasión en Costa Rica, que ha
tenido la cualidad de no haber contado con muchas respuestas en contra, ha
pasado como un hecho inofensivo.
Dos, demonizar al adversario: una denuncia con fotos trucadas, ya sea en su
contenido o en el supuesto lugar en que fue tomada, presentada por Colombia,
acusando presencia de las FARC en territorio venezolano; las campañas mediáticas
orquestadas en Washington pero que parecen salir de Venezuela y cada una de las
capitales de países cuyos gobiernos son amigos del imperio: Colombia, Chile,
Perú, Costa Rica, México, Panamá y de las cuales se hacen eco hasta medios con
un tizne de izquierda.
Tres, amplificar las respuestas de sus aliados: los medios locales entregan
noticias verdaderas minimizadas, noticias medianamente ciertas con datos falsos,
noticias totalmente falsas. Todo esto con la invariable línea editorial de que
cuanto hagan los aliados del imperio, sean estos los contrarevolucionarios
venezolanos y/o los otros engendros que hay en todos los países, constituyen
noticia ampliada, por muy piñufla que sea el hecho. 15 senadores rascas sacan
una resolución de pacotilla y esta es presentada como victoria en todo el
planeta.
Cuatro, mantener un clima de constante amenaza: confrontando mediáticamente
a sus "enemigos", inventando peligros, haciendo movimientos militares
mediatizados y sobre todo preparando planes para invaciones y atentados
terroristas.
Ese es su juego, el de lograr el cansancio y el desgaste de quienes se
oponen a sus intereses, estén donde estén.
Lo que no toman en cuenta es que ahora se viven varias crisis juntas. El
tiempo y la paciencia, se acaban. Como una forma de posicionarse a la salida de
estas crisis el imperio juega la carta marcada de la confrontación mediante una
guerra incesante por medios no convencionales y unas cuantas guerras de "baja
intensidad. En estos juegos bélicos le pueden salir mal los cálculos y acelerar
su propia caída. Recordemos que los intereses económicos de las naciones están
ligados unos con otros, a tal punto que cuesta ver en uno u otro acto hostil
quien pierde y quien gana con un resultado de nueva o nuevas guerras.
Los países que se defienden no tienen otro recurso que estar preparados,
esta preparación puede y debe ser multinacional, pues el ataque a uno ha de
significar el daño moral y posiblemente el ataque real al otro, en una sucesión
de guerras y preparativos para nuevas. La respuesta conjunta en todos los
frentes, es la mejor defensa.
Toda crisis es un quiebre de lo existente y a la vez que es un peligro de
que todo lo conocido deje de ser como era, es una oportunidad de cambio
profundo. Salvo que el o los cambios no dependen de otras leyes que las que
logren imponer las fuerzas en lucha. O las crisis las controlan ellos y se
afirman en sus poderes inhumanos o las crisis las resolvemos los pueblos
inclinando la humanidad hacia el cambio de sistema y avanzamos hacia una
sociedad de igualdad de oportunidades y justicia social.
Junto con ver las crisis como oportunidad hay que atreverse a ser actor en
esta oportunidad. Esta es la clave que no siempre está presente en los sesudos
análisis de nuestros intelectuales de izquierda.
El imperio ataca en círculos que va trazando alrededor de sus víctimas. Sus
círculos son en primer lugar virtuales y están hechos de palabras. A partir de
la inmovilización hipnótica, que logran imponer sus aparatos ideológicos, es que
pueden construir los otros círculos, que son los preparativos reales para la
guerra y son las guerras mismas en todo su destrozo y en toda su recurso a la
mentira para acultar la realidad y/o hacerla digerible.
La información hoy en día no informa, está dispuesta como frente de guerra
para hacernos creer que sabemos algo y para que con este saber se reafirmen las
creencias, que nos mantienen como espectadores, que nos frenan, que nos
presentan una realidad muy parecida a la realidad sin tocar los asuntos de
fondo, que nos apartan de nuestros iguales, que nos hacen competir por falsos
valores y/o falsas soluciones. Derrotar estas creencias es parte de nuestra
lucha. Justo es decir que esta lucha es la más difícil, pues no siempre vemos
estas ideas como parte de la guerra ni analizamos el papel que juegan contra
nuestros intereses. Muchas veces son nuestros propios intelectuales los que son
parte de la jugada del imperio, con sus mensajes que no se apartan radicalmente
de la práctica y la ideología del imperio: nos cuentan muchas veces lo que
ocurre (como si no supieramos que estamos jodidos y quienes nos joden), sin
atreverse a proponer soluciones. Es como si temieran al rídiculo de no tener la
razón, lo cual indica que no están poniendo ideas en circulación y voluntades en
movimiento sino mostrando lo mucho que saben. De poco o nada sirven los saberes
que no permiten avanzar muchos metros en la lucha por los cambios
revolucionarios. Lo que ocurrirá mañana se define ahora.
Estamos de vuelta
Hace 9 años
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