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sábado, 7 de agosto de 2010

Venezuela sufre una Guerra encubierta

Tito Alvarado


Venezuela vive un acoso no declarado del Imperio, una guerra por otros

medios. Allí hay un líder que fue y es militar, sabe de valentías, escaramusas,

camuflages y estrategias diversas, no es un organizador desde abajo ni un

estratega de los avances rápidos, detalles que cuentan a la hora de encontrar y

poner en práctica soluciones. También hay un pueblo que tiene una historia de

postergaciones, atropellos y desprecios por parte de la burguesía aristocrática

que hasta hace poco hacía de Venezuela lo que se le diera en gana. Hoy todo es

distinto, aunque no todo es color de rosa.



A veces da la impresión de que el líder va solo y muy adelante, a veces no

vemos al pueblo en su desarrollo para dejar de ser víctimas eternas y pasar a

ser ellos quienes controlan las claves de su propio destino. Falta educación

ideológica, falta desarrollo de capacidades organizativas y de respuesta rápida,

falta, quizá, no estoy muy seguro, mayor protagonismo del pueblo e ir más rápido

hacia la superación de la sociedad capitalista.



La confrontación en América se da entre un sistema moribundo con enorme

capacidad de hacer daño y una identidad naciente de fuerza de cambio y poder de

construcción de lo nuevo. Un imperio y sus lacayos nacionales contra los muchos

pueblos y sus muchos dramas de vida cotidiana.



Venezuela es una gloriosa espada en manos de los pueblos que quieren

liberarse del sistema de explotación capitalista y por lo mismo es un tremendo

peligro para los designios imperiales, para colmo, la burguesía venezolana es

absolutamente inepta cuando no tiene las palancas esenciales del poder. Les

queda un apreciable poder económico, un cierto poder político, muchos medios de

comunicación masiva y un innegable control en poderes como; la iglesia, la

policia, la justicia y otros. La batalla es a muerte. O ganan ellos con lo que

ya conocemos aumentado en crueldad o ganamos nosotros construyendo un orden

distinto, de paz y justicia social.



El imperio tiene todo en sus manos, menos el futuro seguro. Desde sus

oficinas se elaboran planes para continuar en el juego. Lo que ellos no toman en

cuenta es la capacidad de resistencia e innovación que tienen los pueblos. A

esta capacidad hoy se impone el deber de agregarle el desarrollo de la

creatividad para encontrar soluciones que rompan los esquemas. Para ello se

requiere echar por tierra la esencia de las formas en que nos hemos enfrentado

los pueblos contra el imperio y sus lacayos, ya no basta con la resistencia,

ahora hay que luchar para vencer en el más breve plazo, pues nos jugamos la vida

en el planeta.



La estrategia del imperio es la guerra por otros medios (tesis ya expuesta

en: La Guerra por otros medios, diversas fuentes, internet), estos medios son

políticos, económicos, mediáticos y de acoso solapado. Si los tipos que diseñan

estos juegos, algo supieran de la vida en la selva y las estrategias que las

distintas especies utilizan para sobrevivir, yo debíera decir que están

utilizando contra Venezuela la estrategia de la serpiente: avanzar contra su

presa silenciosamente y atacar cuando se está seguro de ganar.



La diferencia es que el imperio no es una serpiente ni avanza de frente.

Mucho de lo que hace, se ve, pareciera que es todo inofensivo y no tiene en la

mira a su enemigo, salvo que nada de lo que parece es lo real. El golpe puede

venir de cualquier lado y en el momento menos esperado.



Cuatro son las constantes en este ataque solapado, esta guerra por otros

medios:

Uno, marcar un territorio: siete bases militares en Colombia con poder

suficiente como para atacar varios puntos estratégicos en Colombia y en

Venezuela a la vez; un golpe de estado en Honduras, que les ha permitido ver y

estudiar cuales fueron y prever cuales serán las reacciones anti golpe, en

concreto con este golpe militar en Honduras pueden elaborar estrategias para

neutralizar la respuesta popular y consolidar un frente de gobiernos pro

imperialistas; una invasión silenciosa en Haití escudada en una supuesta "ayuda"

al país devastado por un terremoto; una cuasi invasión en Costa Rica, que ha

tenido la cualidad de no haber contado con muchas respuestas en contra, ha

pasado como un hecho inofensivo.



Dos, demonizar al adversario: una denuncia con fotos trucadas, ya sea en su

contenido o en el supuesto lugar en que fue tomada, presentada por Colombia,

acusando presencia de las FARC en territorio venezolano; las campañas mediáticas

orquestadas en Washington pero que parecen salir de Venezuela y cada una de las

capitales de países cuyos gobiernos son amigos del imperio: Colombia, Chile,

Perú, Costa Rica, México, Panamá y de las cuales se hacen eco hasta medios con

un tizne de izquierda.



Tres, amplificar las respuestas de sus aliados: los medios locales entregan

noticias verdaderas minimizadas, noticias medianamente ciertas con datos falsos,

noticias totalmente falsas. Todo esto con la invariable línea editorial de que

cuanto hagan los aliados del imperio, sean estos los contrarevolucionarios

venezolanos y/o los otros engendros que hay en todos los países, constituyen

noticia ampliada, por muy piñufla que sea el hecho. 15 senadores rascas sacan

una resolución de pacotilla y esta es presentada como victoria en todo el

planeta.



Cuatro, mantener un clima de constante amenaza: confrontando mediáticamente

a sus "enemigos", inventando peligros, haciendo movimientos militares

mediatizados y sobre todo preparando planes para invaciones y atentados

terroristas.



Ese es su juego, el de lograr el cansancio y el desgaste de quienes se

oponen a sus intereses, estén donde estén.



Lo que no toman en cuenta es que ahora se viven varias crisis juntas. El

tiempo y la paciencia, se acaban. Como una forma de posicionarse a la salida de

estas crisis el imperio juega la carta marcada de la confrontación mediante una

guerra incesante por medios no convencionales y unas cuantas guerras de "baja

intensidad. En estos juegos bélicos le pueden salir mal los cálculos y acelerar

su propia caída. Recordemos que los intereses económicos de las naciones están

ligados unos con otros, a tal punto que cuesta ver en uno u otro acto hostil

quien pierde y quien gana con un resultado de nueva o nuevas guerras.



Los países que se defienden no tienen otro recurso que estar preparados,

esta preparación puede y debe ser multinacional, pues el ataque a uno ha de

significar el daño moral y posiblemente el ataque real al otro, en una sucesión

de guerras y preparativos para nuevas. La respuesta conjunta en todos los

frentes, es la mejor defensa.



Toda crisis es un quiebre de lo existente y a la vez que es un peligro de

que todo lo conocido deje de ser como era, es una oportunidad de cambio

profundo. Salvo que el o los cambios no dependen de otras leyes que las que

logren imponer las fuerzas en lucha. O las crisis las controlan ellos y se

afirman en sus poderes inhumanos o las crisis las resolvemos los pueblos

inclinando la humanidad hacia el cambio de sistema y avanzamos hacia una

sociedad de igualdad de oportunidades y justicia social.



Junto con ver las crisis como oportunidad hay que atreverse a ser actor en

esta oportunidad. Esta es la clave que no siempre está presente en los sesudos

análisis de nuestros intelectuales de izquierda.



El imperio ataca en círculos que va trazando alrededor de sus víctimas. Sus

círculos son en primer lugar virtuales y están hechos de palabras. A partir de

la inmovilización hipnótica, que logran imponer sus aparatos ideológicos, es que

pueden construir los otros círculos, que son los preparativos reales para la

guerra y son las guerras mismas en todo su destrozo y en toda su recurso a la

mentira para acultar la realidad y/o hacerla digerible.



La información hoy en día no informa, está dispuesta como frente de guerra

para hacernos creer que sabemos algo y para que con este saber se reafirmen las

creencias, que nos mantienen como espectadores, que nos frenan, que nos

presentan una realidad muy parecida a la realidad sin tocar los asuntos de

fondo, que nos apartan de nuestros iguales, que nos hacen competir por falsos

valores y/o falsas soluciones. Derrotar estas creencias es parte de nuestra

lucha. Justo es decir que esta lucha es la más difícil, pues no siempre vemos

estas ideas como parte de la guerra ni analizamos el papel que juegan contra

nuestros intereses. Muchas veces son nuestros propios intelectuales los que son

parte de la jugada del imperio, con sus mensajes que no se apartan radicalmente

de la práctica y la ideología del imperio: nos cuentan muchas veces lo que

ocurre (como si no supieramos que estamos jodidos y quienes nos joden), sin

atreverse a proponer soluciones. Es como si temieran al rídiculo de no tener la

razón, lo cual indica que no están poniendo ideas en circulación y voluntades en

movimiento sino mostrando lo mucho que saben. De poco o nada sirven los saberes

que no permiten avanzar muchos metros en la lucha por los cambios

revolucionarios. Lo que ocurrirá mañana se define ahora.

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