El doctor Alexei Fenenko, destacado investigador en el Instituto de Seguridad Internacional en la Academia de Ciencias rusa, entrevistado por Samir Shakhbaz.
La Guerra Fría ha pasado hace tiempo, pero su legado tiene una enorme influencia sobre el actual sistema de relaciones internacionales. Aunque la seguridad global actual se basa en factores restrictivos como diversos tratados y organizaciones internacionales, muchos expertos creen que la disuasión nuclear sigue teniendo un papel decisivo. Las crecientes tensiones entre Rusia y EE.UU. a finales de 2008, que podrían conducir a consecuencias impredecibles, hicieron que ambos países reconsideraran sus relaciones mediante la declaración de una política de “reinicio”. Alexei Fenenko, destacado miembro investigador del Instituto de Seguridad Internacional de la Academia de Ciencias rusa, evalúa sus resultados preliminares y habla también del futuro de las relaciones entre EE.UU. y Rusia.
Samir Shakhbaz: Ha pasado bastante tiempo desde el inicio de la política de reinicio entre EE.UU. y Rusia para evaluar sus resultados preliminares. ¿Son positivos o no? ¿Está de acuerdo en que el único resultado visible es la cooperación respecto a Irán?
Alexei Fenenko: Pongámonos de acuerdo en un punto: Es más difícil para Rusia desarrollar relaciones con EE.UU. que con cualquier otro país. Los aspectos materiales y técnicos de su relación bilateral dependen de la disuasión nuclear mutua. Nos guste o no, siempre nos hemos mirado a través de las miras de los misiles nucleares.
Sin embargo, Rusia es el único país técnicamente capaz de aniquilar a EE.UU.; China no tiene todavía esa capacidad. Rusia es también el único país que puede, teóricamente, librar una guerra contra EE.UU. utilizando tipos comparables de armas.
Desde este punto de vista, Rusia y EE.UU. están condenados a seguir siendo potenciales adversarios. Teniendo esto presente ambos países desarrollan sus respectivas doctrinas militares, y el Consejo Nacional de Seguridad de EE.UU. lo confirmó de nuevo en 2010.
La estrategia nacional de seguridad de EE.UU. describió las siguientes prioridades en las relaciones con Rusia: reducción de las armas nucleares estratégicas, superación de los desacuerdos en la defensa con misiles, y en último lugar, el desarrollo de relaciones económicas con Rusia.
Sin embargo, será difícil lograr este último objetivo mientras esté en vigencia la Enmienda Jackson-Vanik.
Por lo tanto, el objetivo de la política de reinicio como la formuló Joe Biden en 2009 es sobre todo reducir el riesgo de confrontación militar. Hubo una probabilidad muy elevada de confrontación a finales de 2008, después de la guerra con Georgia por Osetia del Sur y el conflicto por los planes de EE.UU. de un escudo de defensa de misiles en Europa. Rusia reanudó los vuelos de su aviación estratégica, aumentando aún más las tensiones en la relación entre EE.UU. y Rusia.
El segundo objetivo es preservar el sistema de control de armas y el tercero es el desarrollo de un código de conducta para un conflicto potencial entre Rusia o EE.UU. y otros países, a fin de que esos países, por ejemplo Georgia, no enreden a ninguna de las mayores potencias militares del mundo en sus conflictos.
En términos de estos objetivos, la política de reinicio ha tenido éxito, hasta ahora. Hemos reducido el riesgo de confrontación militar, preservado el sistema de control de armas al firmar el nuevo tratado START en Praga, e iniciado conversaciones sobre conflictos con otros países. Si no nos fijamos objetivos imposibles, sino más bien nos limitamos a esos resultados, podemos decir que la política de reinicio avanza bastante bien.
S.S.: ¿Es un resultado de la política de reinicio la posición rusa sobre Irán?
A.F: La situación con Irán es mucho más complicada. ¿Por qué ha suministrado tradicionalmente Rusia “protección”, como decimos? ¿Cuál es la esencia del problema iraní?
En los últimos 15 años, los estadounidenses han estado hablando de reforma del Tratado de No Proliferación Nuclear (TNP). Si se prohíbe a Irán que enriquezca uranio, eso equivaldrá a una revisión del Artículo 4 del TNP, que indica que todo Estado no nuclear tiene derecho a crear un ciclo cerrado de combustible nuclear.
De ahí se puede trazar la cadena de precedentes, del desarme de Iraq, que resultó que no poseía armas de destrucción masiva, a la prohibición de enriquecimiento de uranio en Irán.
Lo siguiente en la agenda podría ser Corea del Norte: EE.UU. ha propuesto la desactivación de sus instalaciones nucleares y su destrucción bajo la supervisión de la comisión de cinco países.
Otro objetivo podría ser Pakistán, donde EE.UU. trabaja en planes para asegurar el control externo de las armas nucleares de ese país, y para dar a especialistas estadounidenses acceso a ellas.
Las vagas maniobras estadounidenses-indias respecto a un acuerdo nuclear son también bastante alarmantes.
En breve, existe una serie de precedentes que representan un sistema de desarme forzado de países que son hostiles a EE.UU. Esto no conviene a Rusia como potencia nuclear con capacidades militares independientes, y podría incluso serle peligroso. Somos conscientes de esa amenaza, y por eso rechazamos cualquiera revisión radical del TNP.
No obstante, no tenemos ilusiones sobre Irán. Durante los últimos siete años de impasse, tratamos dos veces de actuar como mediadores en conversaciones entre Irán y el OIEA, en 2005 y 2007, pero cada vez Irán rechazó nuestra oferta de mediación después de haberla aceptado inicialmente. Por eso nos estamos apartando gradualmente y decimos esencialmente a Irán que puede tratar de solucionar sus problemas con EE.UU. por su propia cuenta, mientras nos distanciamos gradualmente de ese problema.
S.S: Quiero decir que, sobre la base de lo que ha dicho, parecería que el desarme nuclear no es una opción atractiva para Rusia.
A.F: No, no es así. El desarme nuclear es una opción atractiva para Rusia por dos razones. Primero, las armas nucleares llegan a ser obsoletas cada 15 ó 20 años y tienen que ser modernizadas. Los estadounidenses están en mejor posición para hacerlo –tienen acceso a campos de uranio en Canadá y Australia y también a reservas de uranio en su propio país.
La situación de Rusia es más complicada: su arsenal nuclear se basa en plutonio y por lo tanto tenemos que regenerar más frecuentemente materiales fisibles, lo que también es más costoso. Por ello, cualquier reducción en las armas nucleares estratégicas beneficiaría a Rusia.
Para decirlo directamente, estamos de acuerdo con recortes de armas creadas en los años ochenta, y tratamos de asegurar que lo hagamos conjuntamente con EE.UU.
En segundo lugar, los tratados de reducción de armas estratégicas tienen el propósito de reducir la probabilidad de un ataque nuclear desarmador. Las doctrinas modernas de guerra nuclear difieren dramáticamente de las doctrinas de los años cincuenta, que implicaban que un primer ataque nuclear debía aniquilar las ciudades y la infraestructura del adversario. Las doctrinas modernas sostienen que el primer ataque nuclear debe ser desarmador y apuntado a los sistemas de lanzamiento del adversario, obligando al país a rendirse.
S.S: Otro logro de la política de reinicio es un compromiso respecto a los sistemas de defensa de misiles. ¿Pero es práctico un tal compromiso, o es una acción temporaria que beneficia a EE.UU.?
A.F: Yo diría que significa el comienzo de una crisis en la política de reinicio. La primavera pasada, el gobierno de Obama elaboró un concepto de “disuasión mínima”, que especifica una reducción de un 75% en las armas de las armas nucleares estratégicas y un amplio desarrollo de los sistemas de defensa con misiles.
Bajo esas circunstancias habría una alta probabilidad de un conflicto, porque un país que es más fuerte en lo militar será tentado a ejercer presión militar. Por eso tenemos que llegar a un compromiso sobre la defensa con misiles.
El presidente Dimitri Medvedev dijo en Helsinki la primavera pasada que todas las negociaciones después de la firma de un nuevo tratado START se basarán en un compromiso en la defensa con misiles. Esto se agregó al tratado de Praga, que en sí fue un logro importante porque conseguimos vincular las conversaciones sobre armas defensivas y ofensivas.
Ese logro fue específicamente importante a la luz del hecho de que desde 1989 las conversaciones de START se habían basado en el compromiso de Wyoming, según las cuales las conversaciones sobre armas defensivas y ofensivas estratégicas debían realizarse por separado.
El acuerdo de realizar simultáneamente semejantes conversaciones implica una revisión parcial del compromiso de Wyoming, lo que beneficia a Rusia. Desde la firma del nuevo tratado START en Praga y hasta la cumbre Obama-Medvedev en Washington a finales de junio, discutimos activamente una solución de compromiso del problema de defensa con misiles.
No pienso que la cumbre de Washington tuvo éxito; causó una crisis en la política de reinicio. Después de las conversaciones, EE.UU. propuso la firma de una declaración en la esfera de la defensa de misiles.
Respondimos que hemos firmado siete declaraciones semejantes en los últimos 20 años. Una de ellas fue la Declaración de Moscú de 2002, según la cual EE.UU. debía consultar a Rusia en todas las cuestiones relacionadas con el despliegue de defensa de misiles. Otras incluyen el programa RAMOS (Satélite de Observación Ruso-Estadounidense) y el acuerdo de Helsinki de 1997.
En otras palabras, lo hemos hecho antes. Lo que necesitamos ahora es un acuerdo fundamental que limite la cantidad de misiles interceptores y sus áreas de despliegue. Los estadounidenses dejaron en claro en la cumbre de Washington que no estarían de acuerdo en los próximos años, motivo por el cual la política de reinicio enfrenta problemas.
Simplemente no sabemos cuál será el próximo paso. Incluso la ratificación del tratado de Praga podría ponerse en cuestión.
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