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viernes, 7 de enero de 2011

Un ejemplo de conducta comunista

Me refiero a una mujer chilena, Elena Pedraza, especialista de alto nivel en rehabilitación. Hace más de 40 años realizó su primera visita a Cuba. Allende, médico de profesión, no era todavía Presidente de Chile. La Revolución Cubana no había cumplido 8 años, pero formaba maestros, médicos, fisioterapeutas y especialistas en salud a toda máquina.
Esta reflexión la escribo, en parte, como una síntesis de las seis páginas impresas con letras de pequeño puntaje, que llegó a mis manos. Es un poco más extensa que las habituales, aunque con la idea de que posteriormente se publique en algún medio de prensa o revista el texto completo del discurso que pronunció la especialista chilena la mañana del 15 de marzo de 2002, en el Segundo Congreso Internacional de la Sociedad Cubana de Medicina Física y Rehabilitación efectuado en la Capital de Cuba.
Dejemos que ella misma lo explique:
“Llegué en el año 1966 y Cuba iniciaba una etapa histórica. Sus inicios están marcados por grandes dificultades y carencias, había que resolver urgentes problemas, entre ellos, el de la salud, el cual se consideraba como prioritario…”
“…Se necesitaba de un personal preparado en esta especialidad y, por ende, había que encarar su formación, cuyo factor tiempo imponía cierta urgencia; pero había que hacerlo, a pesar de todas las limitaciones existentes en el país.”
“Sin embargo, cada vez más la sociedad va tomando conciencia sobre la marginación en que viven los discapacitados. En Cuba, por ejemplo, sólo existía un pequeño número de terapeutas empíricos, algunos de ellos se habían formado en Estados Unidos en cursos de verano, otros abandonaron el país.
“El Ministro de Salud de esa época, el Dr. Machado Ventura, cuando me conoció me dijo: ‘hay que formar terapeutas físicos para todo el país, pero es necesario hacerlo pronto’. Yo le respondí afirmativamente y le pregunte qué debía llevar para cumplir esta misión; el me contestó: ‘es necesario libros’ y, sin vacilar enfatizó: ’se necesitan libros’. Nunca olvidé esta sugerencia, fue para mí un compromiso que siempre he tratado de cumplir.
“Mi formación de kinesióloga se inicia en el año 1930…”
“Mi experiencia de trabajar durante 30 años en mi país, Chile, fueron difíciles…”
“Terminé mis años laborales en Chile, pero no dudé en volver a reiniciar este compromiso en Cuba, en el año 1966.
“Mis primeros contactos fueron el Hospital Frank País. Este centro estaba muy bien habilitado para el tratamiento de pacientes niños y adultos en la especialidad de traumatología y ortopedia. Me explicaron que antes este centro daba atención muy selectiva y un número muy exiguo de la población más necesitada podía acceder a estos servicios.”
En la medida que fui conociendo el medio en el que debía trabajar, veía la necesidad de hacer una labor muy grande y también larga en el tiempo. Observé ya en ese tiempo la preocupación del Estado por asumir el derecho a la salud de la población en todo el país y la rehabilitación.
“Había que empezar. Recorrí gran parte del país, conociendo algunos lugares: estuve en Santiago de Cuba, una ciudad colonial muy hermosa. Allí hice mi primer intento de hacer un curso elemental de adiestramiento, en un pequeño centro de tratamiento a pacientes con secuelas de diversas alteraciones neuromotrices. Lo dirigía el Dr. González Corona…”
“Este médico construyó sus propios elementos para los tratamientos de sus pacientes. Me contaba cómo los artificios para la marcha de los niños con secuelas de poliomielitis, los construía él mismo con desechos de láminas de aluminio, además hizo paralelas y construyó una piscina de tipo artesanal para los ejercicios en el agua.”
“Oficialmente en el año 1966 inicio una docencia más programada sobre Kinesiología para alumnos de Fisioterapia del Hospital Frank País…”
“En esa oportunidad comprendí cuán acertado fue el traer los libros más importantes para dar una docencia correcta. No se encontraba material de estudio, todo había que hacerlo con los medios que teníamos. Pero tanto fue el interés por aprender de los alumnos, y el mío de responder a una docencia, la cual no tenía referentes y no era evaluada en mi especialidad, sino que todo respondía a mi experiencia adquirida en mi país y a una responsabilidad que creo haber tenido toda mi vida en mi trabajo vinculado a la clínica hospitalaria.”
“Este fue el inicio que me sirvió de modelo para los futuros cursos que se iban dictando y con la experiencia adquirida íbamos ajustando con mucha dedicación cada año los programas. Al término de estos, que llegaron con el tiempo a tener tres años de formación, la experiencia nos permitió ir preparando el material docente integral; es decir, las bases fundamentales de un programa de esta naturaleza para cursos regulares.”
“En mi paso por este Hospital pude adquirir muchas experiencias que me iban a ser muy valiosas en los años que iba desarrollando mi trabajo en Cuba.
“El camino hacia el desarrollo de lo que hoy es la rehabilitación en Cuba, se gesta en estos episodios que voy relatando en lo que era esta especialidad y cómo fue creciendo año tras año en toda la isla para llegar a lo que hoy en este Congreso podemos apreciar.”
“…Recorrí a modo de información los hospitales y los policlínicos periféricos situados en todas las regiones del país, aun en los lugares más apartados. En algunos encontré que en forma muy modesta y reducida existían pequeños departamentos de fisioterapia que se estaban organizando. Otros que ya estaban instalados prestaban servicio a la población pero con grandes carencias de personal preparado para tratar esta especialidad.”
“…Lo interesante era ver los esfuerzos de todos para ir solucionando paso a paso este camino en que estábamos todos involucrados. Esta experiencia fue muy importante para mí, veía cómo desde los Ministerios de Salud y Educación se iban creando los departamentos adecuados para dar mayor preparación a los futuros estudiantes, por ejemplo, se elevan los niveles de instrucción para el ingreso a los cursos de kinesioterapia, y también la integración de estudios en los programas relacionados con la especialidad.”
“En el año 1979 doy mis primeras clases como profesora de kinesiología en los programas docentes para residentes de la especialidad de medicina física y rehabilitación… Les enseñé a llevar siempre el control de la evaluación, evitar las imprecisiones y los comentarios desfavorables, para proyectar correctamente el plan de acción. Pude apreciar que esto debería ser siempre una norma de ética, y así evitar que el paciente se sienta disminuido al inicio de un tratamiento.
“Mis años en el Julio Díaz, fueron muy enriquecedores, me permitió conocer todas las situaciones que vive un discapacitado; el centro tenía hospitalización, atención ambulatoria y atendía una población numerosísima. En la medida que voy escribiendo estos recuerdos me ubico en ese lejano tiempo. Tendría que decir que pude conocer un pueblo generoso y solidario. El hospital se fue equipando cada vez más con nuevos elementos para dar una atención más completa a los pacientes; cada año nuevas especialidades se trataban, como así también se fue agrandando su edificio, hasta llegar a lo que es hoy una pequeña ciudadela.”
“…Pude darme cuenta que un terapeuta no olvida las bases teóricas y prácticas con las que fue educado, mucho menos se debe olvidar de estudiar siempre y a la vez estar actualizado.
“Este centro fue para mí como uno siente el cariño por su casa, no puedo dejar de recordar tantas cosas que viví, con tantos compañeros de trabajo, terapeutas, médicos, personal auxiliar, los que me brindaron siempre una cálida estimación…”
“Debo recordar también mi paso por otros hospitales donde di clases, conferencias y adiestramiento, como el Hospital Hermanos Ameijeiras, entre otros. En la década del 70, con el fin de contribuir al desarrollo de la medicina en Cuba, los chilenos que vivíamos en el exilio (aunque nunca me sentí una exiliada en Cuba), decidimos aportar para la adquisición de 23 volúmenes de libros de la especialidad de kinesioterapia. Esto se hizo como respuesta a la escasa posibilidad de recibir libros de estudios extranjeros, tan necesarios para mejorar la docencia y la preparación de los profesionales.”
“Este Congreso da una visión muy completa de lo que se hace en rehabilitación en todo el país. Esto refleja la preocupación del Gobierno y del cuerpo médico, además el interés de superación de los personales que integran el equipo de rehabilitación que trabajan en esta área y en la especialidad.”
“El lema de este Congreso ‘Discapacidad, Rehabilitación, Humanidad’, nos compromete a valorar mucho más lo que estamos entregando a los discapacitados. Nos esforzamos en dar rehabilitación, pero cuando este lema se extendió a esta palabra ‘Humanidad’, me doy cuenta que no es una simple palabra más, sino un llamado a lo más hondo: la humanidad y la dignidad de los seres.”
“En este Congreso Internacional se aprecia el gran volumen de trabajo de los médicos cubanos y de otros componentes del equipo de rehabilitación, en el que se exponen sus experiencias en todos los ámbitos de las especialidades médicas, lo que demuestra la constante dedicación y responsabilidad en los trabajos nacionales y extranjeros presentados en el Congreso.”
“Quiero enviar a los jóvenes que fueron mis alumnas y alumnos, tantos que ahora ya son profesionales con dilatada experiencia y prestigio, un saludo de cariño y amistad; con ellos compartí tareas tan gratificantes como el trabajo voluntario, que siempre en Cuba fue una complementación al trabajo ciudadano.”
“La Habana, marzo del 2002.”
Cuando se produce el golpe fascista en Chile financiado por el gobierno de Estados Unidos, y miles de ciudadanos son encarcelados, torturados, desaparecidos o asesinados, dentro o fuera de su país, Elena Pedraza se traslada a Cuba, de donde se mueve a diversos países, recabando la solidaridad mundial de las mujeres. Continúa desarrollando en nuestra tierra sus investigaciones y su programa de formación. Más tarde regresa a su patria de origen, desde donde continúa colaborando con Cuba.
Hace unos días pude ojear un excelente libro cuya autora, la doctora Debra Rose, es ciudadana de Estados Unidos, donde precisamente la rehabilitación constituye el servicio más caro, elitista e inaccesible para los pobres, y se le prohíbe además a Cuba el acceso a los conocimientos. Elena, que no deja nunca de transmitir información que pueda elevar el nivel científico de nuestros especialistas, remitió entre otros materiales ese libro que contiene más de cien diferentes ejercicios sencillos y accesibles.
Hoy la rehabilitación adquiere una especial y novedosa significación relacionada con la vida. Toda persona incrementa su potencialidad mental y física hasta los 35 años; algunos sostienen que 30. A partir de esa edad, puede continuar dos o tres décadas más disfrutando de salud y buen rendimiento físico, conservándolos desde la edad límite señalada hasta edades avanzadas en las que al fin la vida se apaga. A los seres humanos los hace felices valerse por sí mismos hasta el final.
El servicio beneficia a todos los habitantes del país, donde hoy se nace con una perspectiva de vida que alcanza ya los 77 años y continúa creciendo. No sólo los adultos menores de 35 o 40 años de edad, que son víctimas de accidentes de todo tipo, muchos niños con elevada frecuencia requieren la noble atención del rehabilitador.
En más de 600 centros, ubicados en policlínicos y hospitales, o prestando servicios en el exterior, laboran alrededor de diez mil rehabilitadores, mientras otros miles se forman con creciente rigor y exigencia.
Elena Pedraza ha cumplido ya 97 años y todavía continúa prestando servicios profesionales como consultora. Constituye un ejemplo de trabajadora intelectual, de mujer y de comunista. Militó en el mismo Partido de Ricardo Fonseca, Luis Corvalán, Volodia Teitelboim y Gladys Marín, recién fallecida, y otros muchos que consagraron sus vidas o que murieron por sus ideas.
En nombre del pueblo que, desafiando al imperio, inició desde hace medio siglo el camino de la Revolución Socialista, rindo tributoa su obra y su ejemplo.

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