El secretario de Gobernación José Francisco Blake dio unos pasitos para atrás. Demasiado ruido había causado su selección de Edgar Flores Campbell como comisionado de Migración por su origen bajacaliforniano para mantenerlo, y nombró en su lugar a Salvador Beltrán del Río, un panista neodiplomático de memoria poco memorable como cónsul en Estados Unidos. Fue una táctica de repliegue pues Blake, un político audaz y con tacto de paquidermo, ya mostró los deseos de apoderarse de la nominación presidencial del PAN.
Amigo del presidente Felipe Calderón desde que fue su operador en la Cámara de Diputados a principio de esta década, siempre estuvo en su ánimo para volver a trabajar juntos. Calderón lo invitó a ser su jefe de Oficina al asumir la Presidencia, y al declinar para ir a hacer política en Baja California, el puesto recayó en Juan Camilo Mouriño. Luego lo quiso como secretario de Gobernación en lugar de Francisco Ramírez Acuña, pero nuevamente se hizo a un lado para que llegara Mouriño. Después lo propuso en la PGR en sustitución de Eduardo Medina Mora, pero lo vetaron en el Senado. Finalmente, lo nombró como su cuarto secretario de Gobernación en cuatro años.
Ahora es Blake quien quiere ir al Olimpo, en buena parte, quizás, por el apoyo total que ha tenido del Presidente. Calderón le ha tenido la consideración que no tuvo con Ramírez Acuña, a quien marginó mientras controlaba la política interna desde Los Pinos con Mouriño. Este murió en un accidente a semanas de que lo destituyera como su segundo secretario de Gobernación.
Al tercero, Fernando Gómez Mont, lo uso en un caso de crisis política-emocional con la muerte de Mouriño. Pero cuando Gómez Mont ya no le sirvió, ordenó seis meses de propaganda negra desde Los Pinos para descalificarlo y desacreditarlo, convirtiéndolo un zombie dentro del gabinete. A Blake le ha depositado tanto que, incluso, le ha tolerado que jugar políticamente en contra de él mismo.
Una de sus primeras acciones fue sentarse a negociar con Martín Esparza, líder del Sindicato Mexicano de Electricistas, a quien le ofreció que el gobierno los reconocería como dirigencia. Es decir, usurpó los zapatos del secretario de Trabajo y se comprometió a torcer la ley para que Javier Lozano les diera la toma de nota. Pero Lozano se apegó a la ley y a costa de enfrentarse con Blake, les volvió a negar el reconocimiento, ratificando una política de Calderón que Blake intentó revertir.
Una de las más espectaculares, por ir a contracorriente de todo el diseño de la lucha contra el narcotráfico y el discurso presidencial del estado de Derecho, fue cuando negoció con el PRD que un prófugo de la justicia, Julio César Godoy, pudiera entrar a la Cámara de Diputados a rendir protesta como diputado federal y obtener el fuero constitucional para que no fuera detenido por la PGR. Para mostrar su fuerza, llevó al procurador Arturo Chávez para que diera su aval al trato, y abrió la puerta de la burla a Calderón y el cuestionamiento sobre a la procuración de justicia.
Fuera del ojo público, Blake se ha encargado de golpear a dos de los aspirantes a la candidatura presidencial, Ernesto Cordero y Alonso Lujambio, los secretarios de Hacienda y Educación. Blake ha permitido que sus colaboradores hagan trascender que el hoyo financiero de los festejos por el Bicentenario es de 600 millones de pesos, pero no enfocándolos hacia la persona que tuvo a su cargo la planeación de la conmemoración, Patricia Flores, sino en contra de Lujambio. Con Flores, en cambio, ha estrechado su relación política, por lo que la ex jefa de Oficina de la Presidencia desechó ir a una embajada para continuar su carrera política en México.
Con Cordero, que aportó en Los Pinos parte de la documentación sobre las irregularidades en la organización de los festejos del Bicentenario y los informes sobre depósitos oscuros en cuentas en el extranjero de familiares de Flores, el golpeteo de Blake ha sido más directo. Por ejemplo, fueron los operadores de Blake quienes organizaron el clima de adversidad contra el secretario de Hacienda durante su comparecencia para exhibirlo, y han empezado a perfilar un ataque en contra de sus aliados, como Max Cortázar, responsable de comunicación en el PAN y muy cercano a Cordero, contra quien sugieren colaboradores de Blake, también podría ser responsable del faltante de 600 millones de pesos. En realidad, Cortázar no manejó nada de dinero para el Bicentenario, ni Lujambio, para el caso, tampoco. Pero en política, lo real es la percepción, no la realidad.
De todas las peleas internar que empezó Blake desde que asumió la Secretaría de Gobernación, los adversarios forman parte del primer círculo de Calderón. Varios de ellos, como Lozano y Cortázar, integraban el cuarto de guerra de la campaña, y uno más, Cordero, había sido el hombre de confianza del Presidente, quien le dio responsabilidades fuera de sus funciones en tiempos de emergencia nacional, como la coordinación del gabinete durante la crisis de la influenza.
Es la primera vez en el sexenio que hay una línea conductora de golpe y búsqueda de debilitamiento del equipo sobre el cual Calderón más se apoyó desde la campaña presidencial. Paradójicamente, es interna. Funcionarios del PAN desestiman la fuerza de Blake y sus posibilidades de alcanzar la nominación presidencial. Lo único que tienen claramente en el registro es el enfrentamiento con Lozano—que dicen ganó el secretario del Trabajo.
No les inquietó que avalara la llegada de Godoy Toscano a la Cámara de Diputados, doblegando a Chávez y con la complicidad de la coordinadora del PAN en San Lázaro, Josefina Vázquez Mota, enemiga del grupo íntimo de Calderón que encabezaba Mouriño y del cual hoy es líder Cordero –y otra aspirante a la candidatura-, ni la forma como Blake ha contradicho instrucciones presidenciales sin ser merecedor de sanción o reprimenda alguna.
Tampoco ven a Blake subido en el ferrocarril de aspirantes para 2012, y siguen pensando que Calderón se mantendrá en la terna original de Los Pinos: Cordero, Lujambio y Heriberto Félix, el secretario de Desarrollo Social. ¿Será? Ninguno de los tres ha mostrado alas para volar más alto, ni tiene las ambiciones políticas que ha mostrado Blake. ¿Será éste el caballo negro del Presidente? Es muy temprano en el reloj electoral para alcanzar esa conclusión. Incluso, todo puede ser todo una coincidencia. Aunque como dicen en política, es demasiada coincidencia para que sea coincidencia, y los vacíos –como los creados por la terna presidencial- siempre se llenan.
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