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martes, 28 de septiembre de 2010

Una empresa limpia que contamina a políticos y a BC (I)


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(Parte 1).- Hasta en los proyectos limpios existe la sucia política mexicana. ¿Un ejemplo?, la consolidación de Sempra Energy en Baja California, a través del desarrollo de plantas de generación de energía limpia o alterna.
Las autoridades de los tres niveles de gobierno han justificado el crecimiento de la transnacional porque sus proyectos permiten la mitigación del cambio climático e impulsan el desarrollo económico. Con estos argumentos, autorizaron la construcción de una planta de gas natural licuado de Sempra Energy en las costas de la península, a 78 kilómetros al Sur de Tijuana.
Lo que no dijeron las autoridades es que la planta se construiría en un lugar reservado para actividades turísticas y ecológicas, y que su puesta en marcha, en mayo de 2008, fomentaría el desarrollo de otras actividades industriales en la zona.
Otro pequeño detalle que omitieron fue que algunos funcionarios o amigos de funcionarios serían beneficiados con contratos por asesorías, obras o por estudios ambientales.
Sempra Energy actualmente opera una termoeléctrica en Mexicali, una planta de gas natural licuado en Ensenada, un gasoducto que atraviesa los cincos municipios, cuenta con un contrato por 16 mil millones de pesos con la Comisión Federal de Electricidad (CFE) y tiene en puerta el desarrollo de un parque eólico en la sierra de Baja California.
Este crecimiento ha sido en aproximadamente 15 años. El proyecto energético de la transnacional ha trascendido transiciones políticas del PRI al PAN en la Presidencia de la República, denuncias de corrupción, de violación de leyes estatales y municipales. Todo lo ha logrado con una relación muy cercana al poder económico y, principalmente, al político, que se aborda en la siguiente serie de reportajes.
Un merecido premio
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Vicente Fox está contento, lo refleja su sonrisa bajo sus enormes bigotes, y cómo no ha de estarlo, si aquí en San Diego, California, le reconocen lo que en México le niegan.  El expresidente mira con aprecio, mientras el público le aplaude y le toma fotografías, una estatuilla que cree que se merece, es el "Award for Democracy and Peace", que anualmente otorga el Instituto de las Américas, en Estados Unidos.
Ante el público presente, que continúa aplaudiéndole, sí puede hablar de manera tranquila, algo que le impedirían ese 26 de abril de 2007 en un auditorio en México, el país que gobernó de 2000 a 2006.
A cuatro meses de haber dejado el cargo, en su país, Vicente Fox no era considerado ni demócrata ni pacifista por un amplio sector de la población. Los simpatizantes del candidato del PRD, Andrés Manuel López Obrador, consideraban que había orquestado un fraude electoral el 2 de julio del 2006 para que ganara su compañero de partido, el panista Felipe Calderón Hinojosa. Por otra parte, algunos residentes de Oaxaca, integrantes de la Asamblea Popular de los Pueblos de Oaxaca (APPO), aún tenían presente la orden que dio en noviembre de 2006 para que policías federales pusieran fin a un conflicto que se había prolongado por seis meses.
Pero ese 26 de abril, Fox no está en México, está en el hotel US Grant de San Diego, California, donde se han reunido empresarios y académicos de ambos lados de la frontera para brindar una cena de honor al hombre que sacó al PRI, tras 71 años, de Los Pinos.
Vestido con un elegante smoking, Fox da un fuerte apretón de manos al presidente de la junta directiva y al presidente del Instituto de la Américas, Gastón Luken Aguilar y Jeffrey Davidow, respectivamente, les encarga el reconocimiento y se dispone a dar el discurso central de la cena de gala, que será sobre el tema migratorio.
Pero el público asistente no es la primera vez que escucha, premia y aplaude a un mandatario mexicano. En el 2001 y 2008 también lo hicieron con un personaje apreciado por el Instituto, Ernesto Zedillo, el priista que se despojó de la banda presidencial mexicana para entregársela a un panista en el 2000.
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El premio "Por la democracia y la paz" va más allá de sus conceptos, también es un reconocimiento a los mandatarios extranjeros que coinciden con la visión del Instituto de las Américas, fundado en 1983, y que es promover reformas y políticas que permitan la inversión privada estadounidense en los países latinoamericanos.
Reformas como la energética, que Ernesto Zedillo y Vicente Fox afianzaron para que transnacionales pudieran instalarse en Baja California e invertir en la generación de energía para exportación.
Por ello no resulta extraordinario que entre los beneficiados por las políticas de los últimos dos exmandatarios mexicanos estén algunos integrantes de la junta directiva yprincipales donadores del Instituto de las Américas, como son Darcel Hulse, presidente de Sempra LNG Corporation, Jeffrey Davidow, presidente del instituto, y los empresarios mexicanos Gastón Luken Aguilar y Enrique Robinson Bours.
En la consolidación de Sempra Energy en suelo mexicano, Davidow será uno de sus destacados gestores a través de foros y reuniones con empresarios y altos funcionarios mexicanos; pero antes lo hará como embajador de Estados Unidos.
Sempra Energy en Los Pinos
Un año después que asumió el cargo como embajador de Estados Unidos en México, Jeffrey Davidow acompañó al entonces gobernador de California, en Estados Unidos, Gray Davis, a la residencia oficial de Los Pinos, en la Ciudad de México.
La reunión privada entre el gobernador estadounidense  y el presidente Ernesto Zedillo fue el 2 de febrero de 1999 y uno de los asuntos a tratar - además del tradicional tema migratorio-, fue consolidar proyectos energéticos.
Por eso no fue casual que en la visita oficial estuviera, entre otros empresarios, Richard D. Farman, entonces presidente activo de Sempra Energy. La transnacional tenía dos inversiones proyectadas en México en esas fechas, la primera era un ducto para transportar gas de Chihuahua a California.
El segundo proyecto de la multinacional era un contrato millonario con la Comisión Federal de Electricidad (CFE) para suministrar gas natural a la planta Presidente Juárez de Playas de Rosarito, por un periodo de 10 años y que iniciaría en el año 2000.
En el encuentro, Zedillo aceptó la invitación de ir al estado de California el mismo año. Pero esas no fueron las únicas palabras que causarían satisfacción a los invitados estadounidenses, horas más tarde, el Mandatario Nacional aparecería en las pantallas de televisión para dar un mensaje a los mexicanos.
En su mensaje, Ernesto Zedillo anunciaba que al día siguiente, 3 de febrero de 1999, enviaría al Congreso de la Unión una iniciativa de reforma constitucional para abrir la industria eléctrica a la inversión privada.
La propuesta de reforma constitucional del Ejecutivo no avanzó, lo que sí se cumplió fue la visita de Ernesto Zedillo al estado de California ese mismo año.

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